“Mi hijo de 11 años frecuentemente da lugar a que mi esposo y
yo estemos peleando. Esto se ha vuelto costumbre, discutimos por todo, hasta
tal punto que ya me preocupa nuestra relación.
Sucede que no sabemos cómo “aquietar” o disciplinar el mal
comportamiento de nuestro hijo de 11 años, no hace caso para nada, y siento que
mi paciencia está por desbocarse. ¡Claro, esto sucede porque mi marido es muy permisivo! - Hemos hablado mucho sobre
esto, y no modifica su actitud- pero lo peor es que nuestra niña de tan sólo cinco años quiere
imitar a su hermano. El asunto es que no sabemos cómo remediarlo”.
El mayor desafío de la maternidad y paternidad responsable en
la sociedad contemporánea apunta a un repensar sobre el modo de conducir a
nuestros hijos desde que nacen.
La familia es el principal contexto de aprendizaje para la
conducta, para los pensamientos y para los sentimientos individuales. Por
tanto, un método educativo incorporado en la crianza (manera como debemos vivir
y lo que hace que una acción sea buena o mala) es fundamental.
Una educación construida sobre la base del afecto, de la
plática sincera, de marcar límites y del respeto a las normas familiares, puede
ser la mejor guía para que sean más consecuentes y considerados en sus
acciones, así como apropiarse y responder por sus errores.
Los padres podemos estimular o inhibir actitudes y conductas
que favorezcan o no la plena realización de nuestras criaturas como personas. Poner
límites y disciplina depende del sentido de vida familiar, de sus valores y
normas.
El caso descrito relata la poca capacidad de estos padres de
marcar límites y ejercer el principio del binomio autoridad/afecto sobre los
hijos. Ello produce una crisis familiar que se manifiesta en una elevada
tensión en cada miembro, y una gran dificultad para aplicar las reglas; pactar
acuerdos y llegar a entablar un clima de cooperación demarcado que ayude a
regular las conductas.
Fischman, psiquiatra
infanto- juvenil, dice que los padres deben ser modelos de los que piden a sus
hijos y no ser del tipo de “Haz lo que digo pero no hago”. Sólo la firmeza,
flexibilidad y diálogo llevan al respeto y a la autonomía. Si queremos hijos
considerados, cooperadores, disciplinados y flexibles, debemos reflejar esos
ejemplos.
Los límites (aplicación de estrategias) nos ayudan a que
nuestros hijos logren el autocontrol - equilibrio en las palabras, en los
pensamientos y en la acción- ya que harán de ellos una persona segura y
atractiva para su entorno. Si logramos ese equilibrio, todo en nosotros se
desarrollará sin contratiempo y sin mayores dificultades.
Estudios revelan estilos de disciplina para educar a nuestros
“querubines”, entre estos están: el autoritativo
o moderado y el permisivo o complaciente.
-
Si
somos padres autoritativos o moderados,
establecemos límites razonables y nos fiamos en las consecuencias lógicas y
naturales para que nuestros hijos aprendan de sus propias equivocaciones.
Explicamos por qué son importantes las reglas y por qué deben seguirlas, dando
oportunidad para que se expresen a pesar de que podamos o no estar de acuerdo;
fijamos estándares altos y somos pacientes apoyándolos a ser independientes.
Somos firmes y consistentes, pero a la vez expresamos nuestro amor, cariño y
elogios. Con este estilo educativo tienden a tener confianza en sí mismos, a
ser responsables y colaboradores.
-
Si
somos padres permisivos o complacientes,
entonces ejercemos un mínimo control. Esto significa que “No, rayamos la
cancha”, los niños hacen lo que les venga en gana; fijan sus propias reglas,
carecen de límites, son desorganizados y no concluyen sus actividades, porque
no demandamos o exigimos altos niveles de comportamiento. Son los niños los que
tienen el control de la familia y los padres se doblegan a sus antojos. Este
estilo educativo, hace que muestren actitudes inmaduras, inseguras, poco
colaboradores y evadan sus responsabilidades.
Por tanto, la intervención temprana
como padres puede ayudar a prevenir que un problema de conducta evolucione
hacia trastornos más graves.
Por lo tanto, debido a que la crianza
de nuestros niños y niñas suele ser complicada durante el crecimiento, son
recomendables las siguientes estrategias para controlarlos y responsabilizarlos
desde la más tierna edad:
-
Los
padres deben estar conscientes de que el niño pequeño, necesita ayuda amorosa
para entender qué es seguro, qué puede hacer y qué no.
-
Conocer
que entre 5 y 12 años el niño es capaz de entender el por qué de las reglas,
puede asimilar ideas, emociones; y ser acompañados por un sentido de autocontrol,
pero esto se logra con amor, firmeza, paciencia y constancia.
-
Establecer
reglas sencillas, claras y justas, ayudándolos a usar palabras, en vez de
acciones, para manifestar como se siente antes de que actúe.
-
Aprender
que en algunos casos, el sólo hecho de ignorar el comportamiento lo hará
desaparecer. Algunos niños se portan mal para llamar la atención, los padres
sin darse cuenta pueden alentar la conducta que está tratando de extinguir.
-
Aprender
que el refuerzo positivo es lo mejor para fomentar conductas deseadas. Por
ejemplo, una alabanza verbal puede ser efectiva para apoyar la conducta, o leer
un cuento puede motivar al niño.
-
Saber
que los enunciados afirmativos enseñan al niño qué es apropiado. No es suficiente
con decirle qué no hacer, enseñe una alternativa mejor.
Recuerde que los límites deben ser producto de la
aceptación, participación y negociación, ya que cuando son sólo órdenes se
provoca la rebeldía y el mal vínculo.
Los logros de un núcleo familiar son los resultados del esfuerzo combinado de cada miembro en la familia.
ResponderBorrar