“Me siento sumamente intranquila, mi hijo de apenas 15 años
me acaba de confesar que consumió marihuana. Estoy asustada, puede convertirse
en adicto."
El caso es que fui al liceo donde estudia mi hijo el noveno
grado y sus profesores me hicieron saber que estaba aplazado en todas las materias.
Que tenía mes y medio que no asistía a clase sin justificación; comprenderá que
decepción al escuchar esto, repetidas veces le alerté sobre el comportamiento
ocioso de su grupo de amigos que no merecían nuestra confianza. Son muchachos
que no ocupan para bien sus ratos de ocio, los vecinos saben que consumen
drogas. Esta situación no sé cómo manejarla, mis consejos no sirvieron para
prevenirlo. Ahora me dice: tranquila mamá,
que por curiosidad consumí marihuana, pero te aseguro que no valió la pena. Sin
embargo, he perdido la confianza en él.
¡No entiendo que sucede con mi hijo! Si desde pequeño,
practica natación, es sociable y cariñoso; le ha gustado siempre agradar y
congraciarse con todos los que lo conocen. Y, ahora este fracaso escolar.
Muchos padres nos podemos sentir defraudados al saber que
nuestros hijos e hijas han hecho uso de las drogas. Es una realidad que ninguno
de nosotros puede evitar, no somos magos, tampoco tenemos una varita mágica
para impedir que ocurra.
Pero, lo que sí debemos reconocer, nosotros los padres, es
que tenemos una influencia muy grande sobre nuestros hijos(as) para orientarlos
de la mejor manera posible, aunque no lo creamos.
La historia anterior, nos señala que sin duda la imposición
del grupo de amigos, es la fuerza singular más conveniente en el mundo de un
adolescente; y, la habilidad de resistirla es lo más valiente y más poderoso
que estos pueden hacer.
Nos corresponde entonces a nosotros, hablarles sobre el tema,
si no conversamos con ellos(as), alguien más lo hará. Informarles por ejemplo,
que no deben utilizar la marihuana como bastiones para satisfacer su curiosidad
o desenvolverse socialmente, conquistar el sexo opuesto o ser aceptados.
Esta plática sincera puede hacerlos más conscientes del daño
que conlleva el uso y abuso de estas sustancias. Asimismo, debemos aprender
también cómo, dónde o simplemente porque nuestros hijos(as) quieren experimentar
con las drogas. Esto pudiera aportarnos suficientes indicios para ofrecer el
apoyo emocional que tanto necesitan en esta época de la vida.
Tal vez descubramos que tienen un gran vacío interno y que
necesitan la compañía y apoyo de una familia afectuosa, que invite a crear un
clima de confianza en el cual puedan sentirse libres para expresar lo que les
está molestando. Enseñándoles que en muchas ocasiones, las cosas que deseamos,
no podemos obtenerlas inmediatamente, pero que ello no impide perseverar y
lograr nuestros más anhelados sueños.
Esta actitud amable, comprensiva y generosa, puede ser el
correctivo que los hagan menos vulnerables frente a las presiones del entorno.
Estudios sobre el tema explican la correlación existente
entre disfrutar de unos vínculos sociales satisfactorios y tener una imagen
positiva de sí mismo, cuando esto no se produce, el adolescente buscará otros
grupos donde sentirse aceptado y se vinculará a ellos.
Es posible que el adolescente de esta historia, haya
consumido marihuana con el fin de satisfacer simplemente la curiosidad, tal
como se lo manifiesta a la madre, pero es bueno advertir que será mejor no
hacerlo, porque tarde o temprano traerá secuelas a su organismo, y más cuando
se tiene la experiencia a tan temprana edad.
Cada familia puntualiza, las normas y los límites, según sus
prioridades y principios en cada una de sus criaturas, y si fija desde la niñez
el amor, el cuidado hacia la salud, la honestidad, el respeto y el conocimiento
de sí mismo, crecerán seguros y confiados.
Los contactos afectuosos, generan actitudes más benevolentes
y son la mayor riqueza humana que podemos sembrar en nuestros hijos (as).
El comportamiento que asumamos como padres será la mejor guía
para nuestros hijos(as).
Anticiparse a la aparición de un problema, conocer cuáles son
los factores que lo provocan e intervenir sobre ellos, es educar responsablemente
a nuestra familia, porque se trata de favorecer el proceso de maduración, para
que el contacto con las drogas de producirse, no lleve al abuso o dependencia
de la misma. Por eso, el comportamiento que asuman los padres ante el problema
de las drogas será la mejor orientación para los hijos e hijas. De allí, las
siguiente recomendaciones:
- a) Dejemos que nuestros hijos e hijas resuelvan solos sus problemas desde pequeños, esto ayuda a fortalecer el carácter y genera sentido de responsabilidad y fortalece la autoestima.
- b) Definamos límites y evitemos satisfacer todos sus deseos, ellos y ellas necesitan sólo nuestra guía.
- c) Acostumbremos desde la infancia a decirles que los amamos y actuemos en consecuencia. Los adolescentes necesitan sentirse que son especiales.
- d) Enterémonos de cómo va en el liceo y quiénes son sus amigos. Compartamos juntos las horas de la comida.
- e) Expliquemos las consecuencias del alcohol, del cigarrillo y de las drogas en el cuerpo, es bueno darles la información, por simple que parezca.
- f) Enseñemos que tienen derecho a rechazar las circunstancias, personas o hechos que consideren dañinos.
- g) Ayudemos a que tengan confianza en nosotros y a tener seguridad de que si algo les sucede o se equivocan, no los abandonaremos ni retiraremos nuestro amor.
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