"Mi deseo es ayudar a mi madre"
“Soy la mayor de mis tres hermanos (tengo 17 años de edad, mi hermana 14 y mi hermanito 10), mis hermanos son de padres biológicos diferentes y ninguno de ellos convive con nosotros.
Mi madre es una mujer que apenas tiene 40 años y parece de 50. Nunca descansa. Es secretaria en una empresa que le exige demasiado. Ella se forja mucho porque dice que hay mucha competencia y pocos empleos y debe cuidarlo. Ella sólo está pendiente del trabajo.
Dice sentirse constantemente agotada. Me preocupa que se enferme por todas las cosas que tiene que hacer. A mí se me ha hecho difícil concluir mi bachillerato, por muchos inconvenientes.
Veo a mi madre con tantas obligaciones que la apoyo en todo lo que puedo. Por eso, no dedico mucho tiempo a mis estudios; además en el instituto faltan 2 profesores de las materias más importantes (matemática y física) que no hemos visto en el primer lapso, y por los vientos que soplan no sabemos cuándo llegarán. Así, que prefiero cuidar a mis hermanos.
Soy testigo de que mi mamá nos ama, que quiere lo mejor para nosotros y hago lo posible en ayudarla. Mi hermana es una holgazana, cursa segundo año, va mal, tiene cuatro materias aplazadas hasta ahora. Estudia en el mismo instituto que yo. Ella también tiene problemas de dos profesores ausentes.
Mi madre ya no halla qué decirle y poco hace caso por mejorar. En cuanto a mi hermanito, menos mal que va bien en su quinto grado; aunque tampoco ayuda mucho en los quehaceres de la casa. El asunto es que mi tía, hermana de mamá, me dijo que buscara apoyo para ver hasta qué punto podemos ayudarla a ella a entender que necesita algo más que trabajar.”
Es necesario saber que el contexto en el que viven y se desarrollan nuestros niños, niñas y adolescentes, es determinante en su conducta posterior. De acuerdo a la Teoría Social Cognitiva, los padres somos agentes significativos de socialización para nuestros hijos y el ambiente del hogar es el primer contexto en el cual ellos observan, experimentan y aprenden sobre las relaciones interpersonales. En el caso de nuestros jóvenes, la relación está signada por la calidad de la comunicación en los acuerdos y negociaciones que se hagan desde el hogar.
Vivimos en un cambio y transformación constante desde todo punto de vista, especialmente desde la perspectiva de desarrollo humano y de la familia. El adolescente también es gestor de su propio desarrollo de crecer y “madurar" de acuerdo con la relación que tenga con sus progenitores, y demás familiares, las instituciones y la sociedad. Él aprovechará o no, una serie de relaciones y mensajes de manera productiva.
Entonces es necesario considerar dos aspectos:
En el caso que nos aprovecha, el no encontrar motivación en la institución educativa, lleva a esta muchacha a sobrecargarse de las preocupaciones que tiene su madre. Pero también es deber de los padres estar conscientes de saber que la persona que lleva la responsabilidad de hacer cumplir la autoridad en el hogar, somos nosotros. Los padres también son protagonistas en generar motivaciones a sus hijos.
Asimismo, el ejercicio del afecto, nos va a permitir establecer y mantener el nivel de comunicación necesaria con nuestros hijos, para que cada uno conozca el cumplimiento de sus deberes en el estudio como en el disfrute de sus derechos.
Es necesario que estemos conscientes de que nuestros hijos pueden cooperar y compartir ayudando en los quehaceres del hogar de modo equilibrado, sin que por ello tengan que cargar con la responsabilidad del rol de adulto antes de tiempo.
Sin embargo, asumir responsabilidades que no les competen aún; como por ejemplo, el cuidado de los hermanos y el desempeño de todas las labores domésticas, lesiona profundamente su bienestar psíquico, moral y emocional en su proceso natural de desarrollo.
Aquí no se trata de apoyar “holgazanes”, nada más lejos de la realidad, pero tampoco de darle el papel protagónico del rol de padres que no les pertenece y de no dar opciones a observar nuevas expectativas de vida a través de buenas oportunidades de estudio que les ofrezca la posibilidad de cursar y concluir con éxito su educación.
Cuando ofrecemos y permitimos un trato digno y de respeto a nuestros hijos, tal como: desarrollar su propia identidad, el valor de sí mismo, la corresponsabilidad y la solidaridad humana, hacemos que se apropien de su entorno y ayudamos a que se abran las puertas de la expresividad a todos por igual. Lo contrario, origina en ellos mucha presión o sentimientos de desamparo e inseguridad. Así esto resta la motivación y los estímulos enriquecedores para su crecimiento.
Por otro lado, en un segundo aspecto, es importante darnos cuenta de la importancia de darnos un tiempo a nosotros mismos y cómo no hacerlo perjudica no sólo a nosotros sino también a quienes nos rodean.
El proceso de cada uno de nuestros hijos debe nutrirse de varias experiencias al dar nuevas opciones para entender el valor de la vida y adaptarse a ella. Por tanto, es bueno que conozcamos que cada etapa debe atravesarse a su tiempo, sin apresuramiento, para que no lleguen a la adultez con un grado de desconcierto y de inmadurez emocional.
Encontremos entonces tiempo para relajarnos de las presiones del trabajo, de la cotidianidad y explorar alternativas creativas que nos brinden apoyo. Éstas pueden incluir a otros familiares que pudieran respaldar posiciones y nuevos cambios de actitudes positivas. Esto es prioritario para el buen funcionamiento de nuestro núcleo familiar.
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