jueves, 12 de diciembre de 2013

“Siguiendo ciertas pautas recomendadas por la especialista en orientación familiar, mi marido, mi hija y yo decidimos retirarnos unos días del ambiente tóxico de mi “Gran ciudad” para repotenciar nuestro espíritu. Nos fuimos a Puerto Ordaz, visitamos los Tepuyes y la Gran Sabana. De verdad que Venezuela posee lugares de inconmensurable belleza y con un gran poder de explotación turístico sorprendente.
Estuvimos 20 días en una posada sencilla pero generosa con el visitante. Mi marido nos debía este viaje a mi hija y a mí, pospuesto por mucho tiempo; siempre se atravesaba algo para no hacerlo. Queríamos buscar un poco de tranquilidad, contar con gente agradable que nos permitiera disfrutar de las bondades de cada uno de nosotros. Sinceramente, el viaje nos hacía falta porque nos sentíamos arrastrados por la rutina, por ese ir y venir que ya se marcaba en nuestros rostros, las eternas diligencias que parecían no terminar jamás, el diario tráfico de la ciudad en busca de los caminos verdes. Sí. La consulta nos hizo mucho bien, pues el correcorre diario estaba haciendo mella en nuestras vidas.

Acordamos ejercitar la complicidad entre los dos. Así, por ejemplo, nos turnaríamos al manejar para no cansarnos, que nos detendríamos en lugares que a los tres nos llamara la atención. Realmente fue una experiencia muy singular en todos los sentidos, pero sobre todo cuando nuestra nena se acostaba y nos quedábamos solos hasta las seis de la mañana viendo el amanecer, hablando de proyectos, de las cosas que me desagradaban de él y que me gustaría que no ocurrieran…

Recordamos momentos de cuando nos conocimos, los pocos lugares que frecuentábamos, las veces que me hacía la visita y mi madre estaba como pendiente…Todo estos recuerdos venían a mi memoria y fortalecían nuestra unión, porque a pesar de las dificultades para abrirnos paso, resultó ser un indudable aprendizaje.

 Igualmente, aprendimos a auxiliarnos en lo que pudiéramos. Por ejemplo, hacer el mercado semanal, a veces en los quehaceres de la casa; es decir, a poner nuestro granito de arena; pero siempre y cuando hiciéramos bien lo que más nos gustara. Y, en cuanto a nuestra hija…, compartíamos nuestra responsabilidad.

Creo que la colaboración es una forma de complicidad en las decisiones, porque evita que ninguno de los dos se sobrecargue de oficios y actividades. Creemos que ha sido una buena herramienta para mantener las energías en buen estado. Es como darse cuenta, de que tienes que dar al mismo tiempo que recibes.

Lamentablemente, para muchas parejas de hoy, la unión pareciera decaer con el tiempo, porque alguno de los dos, o ambos, no muestran los atributos de valor, consideración y aprecio que cada uno se merece. Pienso que lo mejor es conversar sobre lo que nos gusta y nos disgusta de cada quien; aunque se piensa que al hacerlo pudiéramos ofender o sembrar sombras de dudas. Hemos aprendido, que comunicarnos es lo mejor para evitar las quejas “¿por qué no lo dije? o ¿porque no lo hice?

 En cuanto a que si mi esposo, pareciera único como compañero; no me atrevería afirmarlo; pero, lo que sí creo, es que igualmente he aportado lo suficiente como para estar satisfecha de mis buenas cualidades como compañera. Es importante reconocer que ambos nos demos el permiso de conversar y disfrutar, lo que nos gusta, antes de dar a conocer lo que nos disgusta. Sé de parejas amigas, que a la menor dificultad, ya no se hablan en muchos días, constantemente discuten y descalifican con groserías o se callan las cosas para no afrontarlas. Creo que el amor no se condiciona, se alimenta con pequeños detalles, se aceptan los altos y bajos, porque todo es aprendizaje; la vida es corta para vivir en constante agonía. Cierto que la relación en pareja es compleja; pero también la soledad desgasta e incomoda. Así, que prefiero vivir en pareja. Yo, como mujer puedo crear detalles importantes y disfrutar cada día con acontecimientos oportunos y juntos construir la felicidad familiar”.

 Testimonios como este llenan hoy en día la esperanza de que exista la fuerza del amor en la pareja que puede abrir un mundo de posibilidades para crecer como persona y dar todo lo que es debido. Enfrentar por ejemplo la coexistencia de otra persona que es diferente a la de nuestros orígenes, constituye una hermosa alianza de comprensión y calor humano en la cual se tiene claro que sí, se pueden construir nuevas historias. Recordar por ejemplo instantes de goce, puede frenar el aburrimiento y horas de complicidad pueden evitar también el tedio.

En este sentido, Albisetti (1994) señala, que se debe respetar y compartir los ritmos de crecimiento de los dos; que se tiene que permitir que cada uno evolucione naturalmente al tratar de conocerlo profundamente. Sin imponerse, sin juzgar, sin invadirlo; sin partir de la idea de querer cambiar al otro; es decir, dándonos cuenta que nuestra pareja pertenece a otro sexo, muy diferente del otro. Si consideráramos actitudes como éstas, probablemente, muchos conflictos de pareja no existirían.

La literatura en el área de las actitudes, dice que las personas llegan a conocer sus propias actitudes y sus estados internos a través de la observación de su propia conducta y de las circunstancias en las cuales éstas ocurren. Sostiene que la persona muchas veces subestima su fuerza de cambiar y de crecer, puesto que tienen la creencia de que son impotentes para el cambio. Esta aseveración, es un mito que se cumple a sí misma y que se ha incorporado al sistema de creencia.

Actitudes positivas como las que describe el anterior relato, es característica de la mujer proactiva; es decir aquella mujer, que tiene la capacidad de crear espacios de encuentro con su pareja, la que reflexiona antes de expresar una opinión; la que su manera de pensar, de sentir y de actuar. Esto, le permite construir constantemente su realidad, empoderándose de nuevos significados en función de los cuales se estructuran actitudes y comportamientos mucho más reflexivos.

Es importante aclarar que todo esto depende de cómo nos aceptemos y actuemos con nuestros propios sentimientos, al igual de cómo corregimos nuestros propios desaciertos. De este modo, resultarán completamente posibles todos los cambios que se requieran hacer para mejorar la vida de la pareja.

1 comentario:

  1. " Tú eres importante, él es importante, todos somos importantes." (C. Seib). La cooperación no es ausencia de conflictos, sino el medio para resolverlo.

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