"Me siento fatal por haber ofendido a mi madre"
“Muchos de mi grupo de amigos me dicen que tengo un carácter muy fuerte, que siempre estoy a la defensiva, que parece que todo lo que me dicen lo tomo como algo personal y que hay días en que mis palabras ofenden.
Tanto es así, que dicen que desearían dejarme a solas y no tratarme más. Realmente me he puesto a pensar sobre todas mis reacciones y he llegado a la conclusión de que siempre me he sentido sola, que me fastidia lo que me rodea y que todo lo que me sucede es culpa de los demás.
A mi padre nunca lo conocí y mi madre vive trabajando todo el día como si nada más tuviera interés para ella. No hablamos, eso sí…, peleamos mucho; hasta me he querido largar de mi casa, pero económicamente no estoy preparada para ello. No hay mucho apoyo familiar.
En la última pelea parece que me sobrepasé y de verdad me siento muy mal por las cosas que le dije a mamá. He intentado hablar de nuevo con ella, pero me cuesta demasiado, no sé que es lo que me está pasando. Me siento fatal por ofenderla. Entiendo que no puedo seguir despotricando de todo el mundo y menos de mi madre.”
Numerosas personas manifiestan los “dramas” de sus experiencias culpando a otros de sus propios desaciertos para sentirse más “tranquilos” y negar sus responsabilidades. Muestran actitudes indeseables, que mantienen por meses y hasta por años. Por tanto, anulan su imaginación, originalidad y talento, lo que bloquea el desarrollo de su socialización.
Estas actitudes negativas pueden causar daños irreversibles. Probablemente, para estas personas, la relación afectuosa representa una pesada carga. Tal vez nunca hayan experimentado un reconocimiento positivo; una acaricia, un abrazo o una llamada telefónica que le muestre lealtad, o no han escuchado la frase de un amigo: “estoy contigo en las buenas y en las malas”. De este modo, ronda entre sus sentimientos la frustración, la insatisfacción, la irritabilidad, la provocación; transformados en agresividad o tratos desenfrenados, que provocan peligrosos sentimientos tóxicos en el ambiente en el cual se desarrollan.
En este sentido,es importante conversar, sobre todo con aquellos a quienes nuestra actitud ha ofendido, sobre diferentes aspectos de la personalidad y autoestima. Los padres deben saber que cuando manejamos las conductas de nuestros hijos e hijas, sin darnos cuenta, construimos la futura personalidad de cada uno de ellos, de acuerdo a nuestros principios y valores. Éstos van a funcionar como un listado de virtudes que copiar, pero también, de errores que enmendar. Todo este bagaje de información hace que la persona se desarrolle o no en un ambiente afectivo, asertivo y productivo.
De modo que la forma en que, cuando éramos pequeños, los adultos reaccionaron ante nosotros es con frecuencia, la forma en que ahora nosotros mismos reaccionamos, tanto positiva como negativamente.
Si consideramos que tenemos mal carácter es importante pensar por un momento en las palabras, actitudes y gestos que frecuentemente usaban nuestros padres cuando de pequeños nos regañaban (“cállate”, “no interrumpas”, “no haces nada bueno”...) A continuación, podemos recordar algunos elogios o alabanzas de nuestros padres (en este caso en particular la muchacha señaló no tener idea de lo que se decía)
Es probable que descubramos que -tal como descubrió la muchacha- empleamos ahora las mismas palabras que usaban nuestros padres.
Sondra Ray citada por Hay(2005), sostiene que todas las relaciones importantes que tenemos son un reflejo de lo que tuvimos con uno de nuestros padres. Es decir, nuestras relaciones son espejos de nosotros mismos. A este respecto, el autoconcepto puede potenciar y desencadenar grandes conflictos en el hogar y entorno social. Para sentirnos confiados y seguros los seres humanos tenemos la necesidad de ser amados por otros.
En la familia hay que fomentar el establecimiento de afectos agradables (caricias, abrazos, elogios, palabras amables y generosas) a través de una comunicación acertada; pues ofrece la posibilidad de poder expresar lo que se está sintiendo y cómo se está interpretando lo que nos pasa. Sólo la claridad de conceptos y la amplia discusión familiar, permite el establecimiento de un proceso afectivo, sano y confiado, evitando la confrontación innecesaria y el conflicto destructivo al que muchos están acostumbrados.
Muchas conductas y lenguaje de nuestros hijos son indicadores que no debe pasar por alto y que exige su atención y razonamiento. Ello debe ser evaluado y analizado continuamente con amor y firmeza; pero con serenidad y paciencia. Ésta es la vía más operativa para rescatar la confianza de su hija y desarrollar su capacidad de amar y tomar decisiones dentro del derecho de ejercer su libertad; pero a la vez saber que en su hogar existe una doctrina con normas establecidas que debe respetar, la cual le otorga deberes y derechos que también debe cumplir.
De ahí la importancia de que los padres podamos enseñarle a nuestros hijos sus debilidades; pero también el reconocimiento de sus fortalezas como los mejores recursos de su personalidad, a fin de que aprende a tomar decisiones y a tolerar sus propias frustraciones.
Dirigir nuestros sentimientos puede ser una tarea que necesite de un buen manejo de la tolerancia que tenemos que aprender para coexistir en el mundo de las interacciones. Muchas veces el dolor puede ser, en ciertas personas, un estímulo desencadenante de una respuesta violenta; por el contrario, en otros el mismo dolor desencadenará otra respuesta básicamente distinta.
Poseer control sobre nuestras emociones nos conduce a la búsqueda de alternativas creativas de negociación y acuerdos para la solución de nuestros problemas.
Darnos cuenta de nuestro propio poder (fuerza, capacidad, eficacia) enriquece nuestro mundo interno y desarrolla vínculos de afecto. Es necesario que descubramos el valor que representa cada persona en nuestra vida para brindar lo mejor de nosotros mismos. A todos nos gusta que nos traten con amor, con respeto; que nos brinden un poco de atención y deferencia; porque todo esto forma parte de nuestra dignidad y es lo que trasciende a nuestra personalidad, la cual se proyecta hacia la colectividad.
0 comentarios:
Publicar un comentario