martes, 28 de enero de 2014



Más de dos actividades extracurriculares resulta inconveniente

“Soy madre soltera, trabajo hasta las 3:00 de la tarde, estudio el último año de administración, por lo que estoy casi siempre toda la semana full de trabajos. Pero esto no es lo que me preocupa, llevo este ritmo de vida desde hace tanto tiempo que ya me acostumbre.


Lo que realmente me inquieta es el comportamiento de mi hijo de 9 años últimamente. Él ha sido un excelente estudiante desde que inicio su preescolar, hasta ahora que cursa su tercer grado. Tanto así que sus maestras lo han mantenido en cuadro de honor como premio a su responsabilidad.

Resulta ser que para que se mantuviera ocupado el resto de la tarde y no estuviera molestando a mi mamá -quién me lo cuida mientras yo estoy en el trabajo estudio y “hago de todo”- lo inscribí en tareas dirigidas, clases de fútbol y computación (cada una dos veces a la semana), en las que estaba muy entusiasmado.

Sucede que, últimamente, para levantarse e ir a la escuela hay que llamarlo repetidas veces y tengo que estarlo regañando para que se apure porque debo dejarlo en la escuela antes de ir a mi trabajo. Dice que se siente cansado que quiere quedarse en casa el resto de la tarde con la abuela. Su pediatra lo evaluó y dice que sus exámenes salieron muy bien. Ahora no sé qué hacer para motivar su interés nuevamente en estas actividades extra-cátedra".

El relato anterior destaca uno de los problemas que hoy en día se ha incrementado en las consultas de Orientación familiar. Estos padres y madres preocupados buscan ayuda para sus hijos debido a que señalan ciertos cambios emocionales y físicos, por lo que se angustian por saber qué está pasando con ellos.

Como padres vivimos colmados de trabajo y responsabilidades que cumplir. Esto, nos hace incapaces de considerar un tiempo razonable para reflexionar sobre los cambios evolutivos que ocurren en nuestros hijos.

Demandamos y exigimos, hasta la saciedad, horarios extracurriculares después de haber pasado toda la mañana o tarde en la institución escolar. Asimismo, queremos que sean más “conscientes” de todo el esfuerzo que hacemos para que logren ser exitosos y competitivos. Lanzamos frases como: “Tienes que ser el mejor de tu clase”, “Tienes que aprovechar el sacrificio que hacemos”, “Tienes que entender que jugar, es perder tiempo”, y así un rosario de “tienes”, que se repiten en el inconsciente de nuestros pequeños. Ellos terminan por sentirse culpables profundamente, por no poder ofrecer lo mejor de sí mismos.

Como padres es importante estar al tanto de que la excesiva demanda ocupacional en el niño, crea irritabilidad, angustia y hasta ansiedad, debido a la constante presión que ejercemos sobre él para que rindan más de lo que puede.

Cada niño tiene una actitud que le pertenece y cuando nosotros le ayudamos a desarrollarla, también lo llevamos a obtener logros, a sentirse bien y a cultivar las cosas buenas de la vida. Esto le ofrece la posibilidad de conocerse a sí mismo y aprender sobre disciplina y superación.

Es sumamente peligroso condicionar las habilidades y fortalezas de nuestros niños. Cuando ellos son reconocidos sólo por las notas que sacan, se lesiona su autoestima y se promueve la competitividad que puede golpear su sensibilidad. 

Por tanto, es recomendable conversar con ellos al inicio del año escolar sobre las actividades que les gustaría realizar. Igualmente, jerarquizar lo que representa cada una de las actividades complementarias y evaluar las expectativas conscientes e inconscientes de ellos y las nuestras.

También, es importante buscar momentos para el juego en familia, permitiéndole disfrutar con plena libertad. Se debe considerar inscribirlos en una o dos actividades complementarias como máximo y no más de tres veces a la semana, para que puedan reforzar sus asignaciones escolares.

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