jueves, 19 de diciembre de 2013


“Entendemos que nuestra hija ya no es una beba, que crece rápidamente, que dentro de poco será una linda señorita sana e inteligente y que tal vez ella pueda entender más que nosotros lo que está ocurriendo dentro y fuera de ella. Sé que como padres hasta ahora hemos sido unos afortunados y damos gracias a Dios por ello; porque a pesar de sus catorce años de edad es una “niña” responsable en su liceo, casi siempre recibimos felicitaciones de sus profesores por su buen comportamiento y que también es así en nuestra casa, pues colabora con lo que se le asigna. Es por esto que creo que es diferente a muchas niñas de catorce y quince años que andan por allí desenfrenadas haciendo lo que les venga en gana.

El caso es que nuestra "niña" ha comenzado a pedir permisos para ir con sus compañeros de clase a bibliotecas o a divertirse a otros lugares sin la presencia de nosotros. Ahora hemos comenzado a tener ciertas diferencias por dar esos permisos, porque se los hemos negado. Esto es porque sinceramente nos da miedo de que ande por allí con tanta inseguridad y aunque no la hemos dejado ir, hasta ahora se ha quedado “tranquila”. Aun así sentimos que dentro de poco no vamos a poder manejar la situación; pues entre sus compañeros la eligieron para formar un equipo de trabajo y hacer la actividades del liceo. Por todo esto estamos preocupados de que le pase algo malo y no sabemos si dar o no los permisos”.

El mayor desafío de la maternidad y paternidad responsable en nuestra sociedad contemporánea apunta a un repensar sobre el modelo de conducir a nuestras hijas e hijos por la vida. Esto significa, a cómo debemos vivir y lo que hace que una acción sea buena o mala. Formarlos desde la infancia para que aprendan a ser consecuentes y considerados en sus acciones, así como apropiarse y a responder por sus errores, es posible. Sólo que la única manera de hacernos responsables, es marcando una pauta haciendo un alto en nuestras actividades cotidianas y reflexionar sobre la educación en valores y como ésta ha sido impartida hasta ahora.

Todos los padres pasamos por la experiencia de ver a nuestros hijos crecer, de ver que nuestras “niñas y niños” se van transformando en mujeres y hombres sin darnos cuenta que tan solo es un proceso definitivo de cualquier ser humano. En el testimonio de esta madre, se aprecia la desorientación e inquietud frecuente por la que seguramente pasamos muchos de nosotros cuando nuestras hijas e hijos se acercan a este período tan vulnerable como es la adolescencia. 

Probablemente, lo que queremos evitar son los dolores y calamidades que muchos tuvimos que enfrentar en esta etapa. De ahí que es importante que como padres nos informemos, por ejemplo, que la adolescencia es un proceso caracterizado por cambios corporales y por la adaptación al medio, y que ello coloca a nuestros hijos en una situación de conflicto, donde la fortaleza se enfrenta a la sociedad. Sufrimos entonces, la espera de que la resultante de esa interacción sea una persona sana, con capacidad de tolerar frustraciones y con aspectos asertivos en su personalidad.

Saber también que ellas y ellos necesitan aprender a canalizar sus emociones y que conducidas con orientación pueden ser muy creadoras pero dejadas al azar, puede convertirse en un proceso devastador que deje secuelas irreversibles. Por eso, es bueno saber evaluar hasta qué punto son responsables y maduros. 

Si estamos viviendo esta situación, al principio podemos ceder permisos de día, para cosas puntuales y supervisadas por nosotros, a medida que se vayan cumpliendo las condiciones dadas, podrá empezar a movilizarse sólo en horarios diurnos, de modo progresivo, negociando y logrando acuerdos; incluyendo las consecuencias si no se cumplen.

Lo importante es no descuidarse, porque ellos no poseen suficientes estrategias para tomar todas las decisiones. Estar siempre claros de que el grupo de amigos es muy fuerte y que es el período en que aparecen las conductas de riesgo. Por tal razón es importante, ser claros y consistentes en los permisos sin sentimiento de culpa cuando hay que decir que no; pues es de vital importancia poner estos límites, porque marcará la pauta y el equilibrio necesario, a fin de que tanto ellas, ellos y nosotros tengamos la oportunidad de crecer responsablemente juntos para el mejor bienestar posible de la familia.

martes, 17 de diciembre de 2013


"Soy madre de tres hijos y, tanto mi esposo como yo, hemos tratado de hacer todo lo posible de educar a los niños lo mejor que hemos podido. El caso es que ya no sabemos cuando nuestro hijo de ocho años dice la verdad. Por ejemplo, primero el jueves llamó a la abuela por teléfono y le dijo que lo viniera a buscar a pasar el fin de semana porque el viernes no tendría clase. Esto era mentira. Después dejó regado objetos en su cuarto y dijo que fue una de sus hermanas, esto también era falso. Lo último que hizo ahora, fue que rompió la hoja del cuaderno de clase para que no viéramos la calificación deficiente que le había puesto la maestra en un ejercicio de castellano.

Realmente este comportamiento fue el más alarmante para todos. Su papá le habló bien fuerte y le dijo que ahora no le compraría su bicicleta, que se había pasado de la raya; y, aunque no nos ha vuelto a mentir desde ese día, nos ha quedado cierta desconfianza sobre su proceder. Me gustaría saber el por qué de su comportamiento y que podemos hacer en lo futuro."

Es lógico que como padres se sientan preocupados e intenten obtener mayor información sobre los episodios de mentiras que han observado en su hijo. Sin embargo, algunos niños de esa edad suelen mentir una que otra vez, aunque tan seguido no se debe aceptar, porque tiende a transformarse en un mal hábito. Probablemente sea algo de baja estima e inseguridad.

Es importante saber el motivo y las causas de su comportamiento para poder tratarlo mejor. Decirle por ejemplo que una mentira significa engañar; es no decir la verdad. A la edad de ocho años un niño es capaz de tener conciencia de la realidad y es cuando a veces se dan cuenta que alterando la verdad pueden conseguir ciertos beneficios. Es aquí entonces donde hay que explicarle la importancia y los beneficios de ciertos valores de convivencia, tales como: la verdad, la confianza, la honestidad y la autenticidad. Si los padres pueden ilustrar con ejemplo la explicación de los valores, sería mucho mejor.

Ahora bien, son muchos los motivos por los que nuestros hijos pueden mentir como lo es el miedo. Probablemente lo hagan para evitar el castigo, sobre todo cuando preveen que esa va a ser nuestra actuación. Otro motivo es para llamar la atención, es decir, mientras explican la mentira con mucho entusiasmo, los padres los escuchan prestando atención. Esto lo hacen debido a que necesitan reforzar su seguridad. Asimismo, cuando sobre exigimos, pueden mentirnos para no defraudar nuestras expectativas. De modo que es importante favorecer la comunicación familiar para que nuestros hijos se sientan cómodos al expresar sus sentimientos y a la vez sean capaces de asumir la responsabilidad de sus acciones.

lunes, 16 de diciembre de 2013



“Estoy muy alarmada, hace días limpiando el cuarto de mi hijo mayor de 18 años de edad (tengo tres más: 13, 15 y una nena de 7), conseguí en su closet tres latas de cerveza dentro de una bolsa de papel; comprenderá tal sorpresa, no dije nada en el momento porque no supe qué decir, inmediatamente llame a mi esposo a su trabajo para contarle lo sucedido y para mi mayor sorpresa, su respuesta fue: ¿Y para eso me llamas…? “Tú sabes que los muchachos ahora se reúnen y toman algunos tragos; además no veo nada malo en eso. Tú siempre de exagerada” Comprenderá como fue mi reacción...

 Una vez en casa hablamos del asunto, le dije que como era posible que un padre responsable permitiera que uno de sus hijos fomente ese mal hábito y el peligro de que esa actitud condescendiente ante la situación pudiera traer muchos problemas para todo nuestro hijo, de lo que me respondió que unas “cervecitas, no dañan a nadie". No tengo apoyo de mi esposo ¿Qué hago?”

La actitud y comportamiento de los progenitores ante el consumo de bebidas alcohólicas tiene una gran influencia en nuestros hijos e hijas, de modo que es importante comenzar hablar de este tema desde la infancia. Los padres somos modelos para nuestros muchachos. Ellos y ellas imitan actitudes, gestos, palabras y muchas decisiones que evalúan y admiran de nosotros. Es más, nuestros hábitos son los que adoptarán hasta el final de sus días.

En el caso que nos ocupa es comprensible que la madre esté inquieta por la actitud permisiva de su esposo al no dar importancia al asunto. El padre está obligado a entender que si permite que su hijo de 18 años tome a solas o cada vez que este acompañado de su grupo de amigos, entenderá que esto formará parte de su estilo de vida y asumirá que el consumo de bebidas alcohólicas es natural y no pensará que es una decisión personal. A esta edad los adolescentes no se dan cuenta del problema real ni le interesan lo que piensen sus padres, están influenciados por su grupo de amigos que asocian la bebida a la diversión y sienten la presión para hacer lo mismo y ser aceptados; ya que ellos buscan reafirmarse a sí mismos.               

Por tal motivo, la comunicación en esta edad es más difícil, debido a la búsqueda de autonomía e independencia para formar su propia identidad. Así que como progenitores responsables de la vida de nuestros hijos, deberemos tomar la decisión consciente de fijar límites con cada uno de ellos, basándonos en la edad, en los valores y principios de crianza.

Es recomendable que los padres se liberen de miedos y preocupaciones y hablen francamente donde se escuchen las opiniones de cada uno de los integrantes de la familia. Hablarles, por ejemplo, de lo que significa el consumo moderado de alcohol y la diferencia entre este y el consumo nocivo, que incluye el tomarlo los menores de edad, manteniendo un tono afectivo con el hijo/hija y sus hermanos. Recordemos que el contacto emocional y espiritual con nuestros adolescentes y jóvenes, más el apoyo incondicional evita que el grupo de pares presione para el uso y abuso del consumo de alcohol. De modo, que todo dependerá del manejo equilibrado entre la conexión emocional y el tipo de independencia que queremos para nuestros hijos.

viernes, 13 de diciembre de 2013










¿Es mi hija lesbiana?


"Vengo en busca de ayuda, me siento confundida con lo que está pasando. El caso es que mi hija mayor por casualidad tomó el celular de su hermana de 17 años y le vio un mensaje que decía “nos vemos donde siempre para estar la tarde juntas”. Ella le preguntó quién le mandaba ese mensaje tan raro, y esta la mandó a callar y le dijo: "ssshhhhhhh… baja la voz, que mi mamá se entera”. Sin embargo, su hermana continúo insistiendo para saber por qué actuaba de esa manera.


Tanto la fastidió que le dijo: “hermana confió en ti, no sé cómo lo vas a tomar pero necesito decírtelo, yo creo que soy lesbiana, desde hace un tiempo me veo con una amiga y siento una fuerte atracción por ella. Esto me tiene nerviosa porque sé que está mal no sé cómo lo vas a tomar tú y sobre todo mi mamá, necesito que me ayudes para que ella me entienda”.

Como ve, esta situación no sé cómo enfrentarla, pues su papá se fue cuando ambas estaban pequeñas y cuento es sólo con mi mamá, pero esto es mucho para mí. ¿Qué hago? "

Relatos como estos son fuertes y hasta dolorosos para cada uno de los miembros del núcleo familiar, pues es una situación insospechada. A menudo es un choque de los padres enterarse de que nuestra “princesa” es homosexual.

Los sentimientos que perturban son muy confusos. Una madre por ejemplo, puede quedarse trastornada al descubrir lo que su hija realmente es. No obstante, otra puede tomar una actitud positiva acogedora y educativa, porque sabe que es la única manera de evitar secuelas irreversibles.

En el caso que nos ocupa, es bueno que la madre y la hermana amplíen sus conocimientos sobre el tema. Tomen tiempo para escuchar y platicar lo que piensa y siente verdaderamente la adolescente para resolver las cosas de la mejor manera. Pues, probablemente, ella esté descubriendo y definiendo su propia sexualidad. Como madres debemos saber, que durante la adolescencia la mayoría de nuestros hijos comienzan a percatarse de sus sentimientos sexuales y se interesan por salir con su pareja.

Muchas adolescentes, no se sienten atraídas físicamente por el sexo masculino, por el contrario le atraen otras mujeres. Asimismo, se van a conseguir con actitudes de rechazo de “amigas” y de otras personas conocidas. Se sentirán como que si no encajan dentro del grupo con el que compartían desde la infancia. Tendrán momentos en que se sentirán inseguras, confusas sobre si son o no lesbianas. Algunos adultos necesitarán tomar un tiempo para digerir la revelación y acostumbrarse a la idea. Otros pensarán que estarían más satisfechos si se les ocultara este tipo de verdad, cuestión que sería peligrosa para la adolescente.

A este respecto, La Asociación Americana de Psicología (APA), en su informe “Resolución sobre Orientación Sexual y Matrimonio” dice lo siguiente: “¡No es ético cambiar la orientación sexual! Las evidencias apoyan que el estigma social, el prejuicio, la discriminación y la violencia asociados con no tener una orientación sexual heterosexual y el ambiente social y hostil y estresante, creado de tal modo, afecta adversamente el bienestar psicológico, físico y social de las personas gay, lesbianas y bisexuales. Dicha situación tienen consecuencias fuertes y acumulativas sobre el bienestar de estas personas”.

De modo que es necesario señalar en este caso, que el hecho de que la adolescente lo haya confiado a su hermana, es una señal de su amor y de apoyo o comprensión que ella necesita tanto de su madre como de su hermana. Después de todo, para la adolescente, ustedes dos forman parte de las figuras más significativas que hay en su vida. Así, que es recomendable responder al apoyo incondicional que ella está necesitando.

Cantidades considerables de lesbianas y gay, comparten relaciones duraderas y estas comunidades prestan un cálido apoyo a sus miembros cuando han reconocido de lleno su orientación sexual, pues este es un reconocimiento y aceptación de sí mismos para dejar los miedos y enfrentar su propia realidad.

jueves, 12 de diciembre de 2013

“Siguiendo ciertas pautas recomendadas por la especialista en orientación familiar, mi marido, mi hija y yo decidimos retirarnos unos días del ambiente tóxico de mi “Gran ciudad” para repotenciar nuestro espíritu. Nos fuimos a Puerto Ordaz, visitamos los Tepuyes y la Gran Sabana. De verdad que Venezuela posee lugares de inconmensurable belleza y con un gran poder de explotación turístico sorprendente.
Estuvimos 20 días en una posada sencilla pero generosa con el visitante. Mi marido nos debía este viaje a mi hija y a mí, pospuesto por mucho tiempo; siempre se atravesaba algo para no hacerlo. Queríamos buscar un poco de tranquilidad, contar con gente agradable que nos permitiera disfrutar de las bondades de cada uno de nosotros. Sinceramente, el viaje nos hacía falta porque nos sentíamos arrastrados por la rutina, por ese ir y venir que ya se marcaba en nuestros rostros, las eternas diligencias que parecían no terminar jamás, el diario tráfico de la ciudad en busca de los caminos verdes. Sí. La consulta nos hizo mucho bien, pues el correcorre diario estaba haciendo mella en nuestras vidas.

Acordamos ejercitar la complicidad entre los dos. Así, por ejemplo, nos turnaríamos al manejar para no cansarnos, que nos detendríamos en lugares que a los tres nos llamara la atención. Realmente fue una experiencia muy singular en todos los sentidos, pero sobre todo cuando nuestra nena se acostaba y nos quedábamos solos hasta las seis de la mañana viendo el amanecer, hablando de proyectos, de las cosas que me desagradaban de él y que me gustaría que no ocurrieran…

Recordamos momentos de cuando nos conocimos, los pocos lugares que frecuentábamos, las veces que me hacía la visita y mi madre estaba como pendiente…Todo estos recuerdos venían a mi memoria y fortalecían nuestra unión, porque a pesar de las dificultades para abrirnos paso, resultó ser un indudable aprendizaje.

 Igualmente, aprendimos a auxiliarnos en lo que pudiéramos. Por ejemplo, hacer el mercado semanal, a veces en los quehaceres de la casa; es decir, a poner nuestro granito de arena; pero siempre y cuando hiciéramos bien lo que más nos gustara. Y, en cuanto a nuestra hija…, compartíamos nuestra responsabilidad.

Creo que la colaboración es una forma de complicidad en las decisiones, porque evita que ninguno de los dos se sobrecargue de oficios y actividades. Creemos que ha sido una buena herramienta para mantener las energías en buen estado. Es como darse cuenta, de que tienes que dar al mismo tiempo que recibes.

Lamentablemente, para muchas parejas de hoy, la unión pareciera decaer con el tiempo, porque alguno de los dos, o ambos, no muestran los atributos de valor, consideración y aprecio que cada uno se merece. Pienso que lo mejor es conversar sobre lo que nos gusta y nos disgusta de cada quien; aunque se piensa que al hacerlo pudiéramos ofender o sembrar sombras de dudas. Hemos aprendido, que comunicarnos es lo mejor para evitar las quejas “¿por qué no lo dije? o ¿porque no lo hice?

 En cuanto a que si mi esposo, pareciera único como compañero; no me atrevería afirmarlo; pero, lo que sí creo, es que igualmente he aportado lo suficiente como para estar satisfecha de mis buenas cualidades como compañera. Es importante reconocer que ambos nos demos el permiso de conversar y disfrutar, lo que nos gusta, antes de dar a conocer lo que nos disgusta. Sé de parejas amigas, que a la menor dificultad, ya no se hablan en muchos días, constantemente discuten y descalifican con groserías o se callan las cosas para no afrontarlas. Creo que el amor no se condiciona, se alimenta con pequeños detalles, se aceptan los altos y bajos, porque todo es aprendizaje; la vida es corta para vivir en constante agonía. Cierto que la relación en pareja es compleja; pero también la soledad desgasta e incomoda. Así, que prefiero vivir en pareja. Yo, como mujer puedo crear detalles importantes y disfrutar cada día con acontecimientos oportunos y juntos construir la felicidad familiar”.

 Testimonios como este llenan hoy en día la esperanza de que exista la fuerza del amor en la pareja que puede abrir un mundo de posibilidades para crecer como persona y dar todo lo que es debido. Enfrentar por ejemplo la coexistencia de otra persona que es diferente a la de nuestros orígenes, constituye una hermosa alianza de comprensión y calor humano en la cual se tiene claro que sí, se pueden construir nuevas historias. Recordar por ejemplo instantes de goce, puede frenar el aburrimiento y horas de complicidad pueden evitar también el tedio.

En este sentido, Albisetti (1994) señala, que se debe respetar y compartir los ritmos de crecimiento de los dos; que se tiene que permitir que cada uno evolucione naturalmente al tratar de conocerlo profundamente. Sin imponerse, sin juzgar, sin invadirlo; sin partir de la idea de querer cambiar al otro; es decir, dándonos cuenta que nuestra pareja pertenece a otro sexo, muy diferente del otro. Si consideráramos actitudes como éstas, probablemente, muchos conflictos de pareja no existirían.

La literatura en el área de las actitudes, dice que las personas llegan a conocer sus propias actitudes y sus estados internos a través de la observación de su propia conducta y de las circunstancias en las cuales éstas ocurren. Sostiene que la persona muchas veces subestima su fuerza de cambiar y de crecer, puesto que tienen la creencia de que son impotentes para el cambio. Esta aseveración, es un mito que se cumple a sí misma y que se ha incorporado al sistema de creencia.

Actitudes positivas como las que describe el anterior relato, es característica de la mujer proactiva; es decir aquella mujer, que tiene la capacidad de crear espacios de encuentro con su pareja, la que reflexiona antes de expresar una opinión; la que su manera de pensar, de sentir y de actuar. Esto, le permite construir constantemente su realidad, empoderándose de nuevos significados en función de los cuales se estructuran actitudes y comportamientos mucho más reflexivos.

Es importante aclarar que todo esto depende de cómo nos aceptemos y actuemos con nuestros propios sentimientos, al igual de cómo corregimos nuestros propios desaciertos. De este modo, resultarán completamente posibles todos los cambios que se requieran hacer para mejorar la vida de la pareja.

martes, 10 de diciembre de 2013

"Mi hijo anda con "malas juntas", y su padre lo golpea por ello"

"Soy madre de dos hijos (varón y hembra). Vengo en busca de ayuda porque me siento angustiada, ya que sospecho que mi muchacho de 16 años de edad, anda en malos pasos. Se le ha metido en la cabeza dejar de estudiar para ponerse a trabajar. Sé que es flojo, pero quiero que saque por lo menos el bachillerato. Gracias a Dios la niña es estudiosa.

El problema se acentúa cuando su padre va al liceo y la profesora guía le informa que nuestro hijo tiene toda la semana que no asiste a clase. En esa oportunidad su papá esperó a que llegara a casa en la tarde y sin mediar palabra “le entró a golpes”. Desde ese día, mi hijo dijo que se iría de la casa, que no quería ver a su papá. La situación empeora cada vez que ambos se encuentran por casualidad dentro de la casa. Pienso que su comportamiento se debe a que últimamente anda con unos “amiguitos” que a nosotros no nos gustan, pues están ociosos; no estudian, eso sí, fastidian a los vecinos.  Por más que le decimos sobre los peligros a que se enfrenta, él no escucha. Por el contrario, se resiste a mejorar; por eso su papá lo trata así. Temo que lo golpee de nuevo. No hallamos qué hacer".

Es preciso que como padres conozcamos que la persona desde que nace responde con sensaciones agradables o desagradables frente a su entorno. Cuando el agrado es recurrente, se establece un afecto. Este afecto puede demostrarse con actitudes agradables, como por ejemplo el beso diario, el amor, la caricia; o desagradable como la rabia, tristeza y hostilidad. En el núcleo familiar hay que cultivar día a día el afecto agradable con los cuales se establecerá la mayor armonía posible entre todos sus miembros.
Los niños y adolescentes sometidos a condiciones favorables durante la infancia se identifican con ciertas actitudes que tenderán a expresarlas posteriormente. Este clima será el mediador que permita actitudes y comportamientos más afables, comprensivos y generosos, que ayudarán a subsanar malestares posteriores de la convivencia.
Una familia con ausencia afectiva es frágil a los cambios. Por eso, condicionar el afecto a ciertas respuestas del hijo o hija es sumamente peligroso. Resulta más efectivo hacer de él un acto constante.
Muchas actitudes paternas que manifiestan el abuso y el maltrato impiden el buen funcionamiento familiar. Sus miembros se sienten agredidos, desmotivados, tensos, pesados y reportan constantemente su malestar en este tipo de convivencia. El ejercicio recurrente de acciones que tienden a provocar respuestas afectivas agradables en cada miembro de la familia, es responsabilidad de nosotros como padres.
Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, probablemente el hijo desea captar la atención de sus padres. Una manera loable de proceder es conversar y comenzar por perdonar sus errores o porque no nos comprende y decir: “discúlpame hijo por mi comportamiento agresivo cuando te golpeé, no he debido hacerlo; pero no supe qué hacer ante tu irresponsabilidad de no asistir a clases. Tú sabes que te amo, ello mismo me obliga a aplicar una sanción ante tal conducta y tú aceptarla con respeto. Sólo que mi actitud para corregir tu conducta, no debió ser agresiva”.

Haciendo esto el padre logra promover un afecto agradable y éste obliga a mantener el orden y el respeto a la jerarquía familiar. La solución no es buscar quién tiene la razón, la mejor vía para que dos partes en conflicto lleguen a un acuerdo es que uno de ellos tome la iniciativa de hablar, negociar y ceder (dentro de lo posible); crear un espacio donde las dos personas o las dos ideas puedan convivir.
Esta puede ser una de las formas de rescatar a nuestros hijos: asumiendo el rol de persona comprensiva, con deseos de ayudar o sugerir acciones y actitudes más valiosas alejadas de la violencia.
Estudios a nivel internacional demuestran que los adolescentes expuestos a agresiones físicas y verbales reiteradas son perturbados profundamente, por lo cual van conformando una actitud agresiva. De modo que debemos revisar esos sentimientos de constante rebeldía, a fin de que nuestros hijos puedan ser ayudados a controlar esos sentimientos.
Muchos adolescentes en consulta muestran rabia, venganza y otros sentimientos negativos que en ocasiones es reforzada por los padres tratando de manejar el comportamiento, por ejemplo, cuando responden agresivamente a todo lo que se les dice.
Después de todo lo que queremos es que comprendan el porqué de las cosas, ya que razonar con ellos puede moverlos a que cuestionen sus propias opiniones y que el problema sea totalmente distinto. Cuanto más utilicen nuestros hijos su capacidad de razonar, mejor preparados estarán para ser adultos.
Como padres debemos saber observar, escuchar, enjuiciar y saber encaminar una conducta o situación familiar para poder canalizarla. De esta manera ayudamos a nuestros hijos a corregirla, eliminando posibles sospechas infundadas a priori o errores de concepto que puedan estar determinando tal situación conflictiva.
 Si escuchamos a nuestros hijos descubriremos sus verdaderas inquietudes. Por tal razón, sugiero que no enfrentemos a nuestros hijos porque su rebeldía los puede precipitar a tomar el camino equivocado y a no confiar en nosotros, por el contrario es hora de que nos convirtamos en los mejores maestros; aplicando la paciencia, el perdón y la madurez en la familia.

viernes, 6 de diciembre de 2013



“Me fui de casa de mis padres hace 17 años con mi actual pareja porque quedé embarazada, en principio todo fue “rosa”. A los nueve meses nació nuestro primer hijo, inmediatamente me embaracé del segundo y cuatro años después nació el último de nuestros hijos. Comprenderá, que no quedó más opción que “cerrar la fábrica”. De allí que me puse a pensar, que aunque los niños estaban pequeños, era tiempo para sacar mi bachillerato. De sólo pensarlo me sentí “renovada”. Sin embargo, cuando se lo dije a mi pareja me respondió riéndose con sarcasmo: “estás loca, ¿Tú crees, que eso es para ti?" Enseguida sentí como que si me hubiesen desgarrado el alma. Tanto así que le grité y lancé un zapato, lamentablemente no se lo atiné. Dos días después decidí reanudar mis estudios, aunque sabía a lo que me enfrentaba. Cada vez que asistía al instituto me veía obligada a escuchar sus gritos, groserías e insultos. Así fue pasando el tiempo y hoy en día poco se mete conmigo, pareciera que reflexionara. Sin embargo, estoy por creer que ya no lo soporto. Imagínese, ayer llegué de clase y al entrar a casa, él me amenazó con un palo de escoba, y que para que dejara de estudiar. Menos mal que los niños estaban durmiendo, porque me dijo que me iba a matar. Pero no sé cómo me le enfrenté, porque le dije: “bueno chico, aquí estoy, yo iré al cementerio y tú irás a la cárcel”. Ahora dime, “¿con quién van a quedar los niños sin madre y sin padre?”. Entonces, el hombre soltó el palo y llorando me dijo: “Negra, no sé qué me pasa”, y se quedó sentado con lagrimas en los ojos. Aproveché el momento y le dije: “Hasta aquí llegamos. Estás acostumbrado a faltarme el respeto como quieres. Nunca se te ha ocurrido ir a ver donde estudio y menos aún saber el ambiente que me gusta. Por eso ya es hora que terminemos esta situación, me siento agotada siempre lo mismo". Así, que desde ese momento, ese hombre está más tranquilo.”

 Hoy en día la mujer comienza a informarse, a sentir y a pensar mucho más en sus emociones,por esto es muy interesante la descripción de este relato. Nos indica que la mujer de hoy está dispuesta a crecer como persona, a crear condiciones para mejorar y a tomar las riendas de su propia vida; desarrollando la conciencia, favoreciendo la autoestima y valorando la madurez de su ingenio.

 Es imperativo que aquellas mujeres que se encuentren en situación de violencia doméstica- tal como la de este relato-, estén conscientes de que ha habido ausencia de parámetros que frenen la violencia doméstica en su hogar. Saber por ejemplo, que actitudes y comportamientos recurrentes como: el irrespeto, los gritos, las groserías, descalificaciones, los celos, la envidia, el engaño, la privación, la manipulación entre otros; son modos significativos de actuar que deterioran y afectan profundamente el equilibrio psíquico, emocional, moral y espiritual de la persona. Desencadenan sentimientos de incapacidad para dar lo mejor de sí misma, lo cual da como resultado: la aflicción, el desconsuelo, la angustia y desesperanza, esto puede dañar drásticamente la salud de cada miembro en la familia. Por lo general,aunque no en todos los casos, la mujer que vive esta situación tiene unos patrones normalizados de crianza relacionados con características de abuso de autoridad y carencia afectiva; además de actitudes rígidas, agresivas, frías e indiferentes, apáticas o sumisas por parte de sus propios padres. Probablemente, estas mujeres violentadas nunca han escuchado una palabra de aliento. Lo único que seguramente han escuchado son gritos y maltratos.

Pareciera que contar con estatutos legales que ayudan a proteger la violencia doméstica no ha sido suficiente para contrarrestar el flagelo. Importantes estudios realizados previamente con mujeres caraqueñas (Jiménez, 2007), asesorías y orientaciones familiares, confirman que existente una estrecha relación entre las actitudes y las manifestaciones de violencia.

Con base a esto, estoy convencida, que en el fondo hay un aspecto muy personal que promueve a la violencia doméstica y esto tiene mucho que ver con las actitudes que cada miembro de familia adopta en la situación de conflicto. Por tanto, es responsabilidad de cada uno de nosotros saber diferenciar una actitud negativa de una positiva para actuar en consecuencia; además de considerar el apoyo de un cuerpo de legislaciones que condenen dicho flagelo.

martes, 3 de diciembre de 2013

“Mi hijo de diez años hace lo que le da la gana porque mi madre me desautoriza frente a él. El problema se inicia cuando frecuentemente le niego los permisos de salida por no cumplir con sus actividades escolares o cuando lo reprendo por su mal comportamiento. De esto mi madre tiene mucho de culpa porque lo complace en todo lo que quiere, ya que desde pequeño lo ha cuidado mientras salgo a trabajar.
Mi pareja ha querido ayudarme aconsejándolo, pero éste le responde: “no te metas conmigo porque tu no eres mi papá”. Es por esto que mi pareja ha dejado de llamarle la atención por su mal comportamiento. Esta situación se sale de mis manos y no hallo qué hacer”.

Casos como estos continúan incrementándose en los consultorios de asesoramiento familiar. Casos de niñas, niños y adolescentes que se resisten a asumir responsabilidades y donde la desesperación de los padres está a flor de piel.
Podemos observar un manejo inoperante de la posición jerárquica de la adherente (abuela) en el grupo familiar, lo que trae como consecuencia: 
a) Manejo inadecuado del orden jerárquico 
b) ejercicio inapropiado del Binomio Autoridad/Afecto 
c) Aplicación no operativa de premios y castigos y 
d) Comunicación inoperante en el núcleo familiar.

Invitar a la pareja a conversar con la abuela, es un aspecto muy necesario. Puede explicarle, por ejemplo, mediante un lenguaje respetuoso y afable que ella representa un gran valor para toda la familia, y que reconocen el papel tan importante que ha ejercido en el cuidado de su nieto a lo largo de todos estos años. Son palabras muy loables y significativas que reflejan el agradecimiento que le tienen. Mostrarse conforme significa mucho para el adulto mayor. 
Sin embargo, como madre, también tienes que aclarar bien sea a la abuela, abuelo, según sea el caso, que para educar a tu hijo es importante que se unifiquen criterios en cuanto a su educación. 
Igualmente, debes indicarle que su integración en la familia ha sido beneficiosa y que por esta razón cuentan con ella preste su aporte, sin llegar a la sobreprotección del niño o niña, para que aplique las normas, los deberes y responsabilidades que su nieto debe observar hacia la jerarquía familiar. 
Esto evita confusiones para el niño y situaciones problemáticas. Asimismo,los padres deben tener paciencia con la abuela, abuelos, tíos..., es decir, familiares adherentes que pueden mostrar resistencia al cambio de actitud que se requiere. Es importante que estos familiares cumplan la alianza con firmeza y de la mejor manera posible. 
La pareja debe tener claro que los niños, niñas y adolescentes pueden distinguir el orden jerárquico que ocupa cada quien en la familia, y saben lo que está y no está permitido. La pareja debe compartir la responsabilidad al ejercer su rol de padre sustituto, intentando transmitir en el menor, firmeza pero también solidaridad y comprensión. Esto puede hacerse a través de un diálogo fraterno y, el niño(a) debe aceptar dicho compartir. 
Los niños necesitan sentirse atendidos y amados por sus padres, y si ese amor no les llega buscarán hacer cualquier cosa para conseguirlo. De este modo, se evita crear una situación de malestar familiar, entendiendo que esto será a través de un proceso atento y consistente. Es recomendable utilizar el reforzamiento positivo como: elogios, obsequios, buen manejo del permiso para la práctica de actividades extraescolares. Esto eleva la autoestima de los niños y afirma la confianza, hasta lograr la aceptación del padre no biológico por parte del menor.
"Aprendí que cada experiencia docente es una oportunidad para crecer"

"Soy docente en una escuela Básica Nacional desde hace diez años, constantemente participo en todos los cursos y talleres que puedo sobre dificultades de aprendizaje, porque es mi especialización. 
Considero que debo estar en constante actualización para desarrollar estrategias de competencias que ayuden a superar las deficiencias de mis estudiantes. Por esta razón, al inicio del año escolar tengo por costumbre organizar equipos de apoyo conformados por padres y representantes colaboradores. Su única función es mantener una actitud de vigilancia que ayude a conservar en buen estado el salón de clase y algunas áreas específicas (área de lectura y huerto escolar). 
Ahora bien, desarrollar este tipo de planificación me ha traído encuentros desagradables con la directora de la institución, quien dice: “que ando detrás de su cargo”. Esto, ya que algunos colegas de otros salones y miembros de la comunidad frecuentemente piden mi ayuda para resolver de alguna forma dificultades que les aquejan. Por esta razón la directora mantiene una actitud poco receptiva. Algunos miembros de la comunidad se quejan porque ella no da importancia a sus opiniones. Dicen: “se encierra con un grupito de maestros y se hace la vista gorda”. Esto les preocupa, pues no hayan como salir de problemas que tiene la institución (baños en mal estado, techos y paredes de salones deteriorados, entre otros), por lo que no saben qué hacer. De modo que sugerí que buscaran la mejor manera de plantear sus problemas y encontrar alternativas de solución. Sin embargo, a medida que transcurre el tiempo, el clima institucional tiende hacerse pesado y ello se aprecia en los miembros de la comunidad y en los colegas. Por tal razón, me gustaría saber ¿Qué estrategias podemos tomar para restituir un clima de paz y convivencia?"

El relato describe una relación laboral en el área educativa, donde se asume que cada docente tiene por su formación ética una serie de valores considerados básicos dentro de su perfil. Los docentes requieren de la capacidad para valorar, gerenciar y comprender cuándo ciertas actitudes pueden afectar a los integrantes de una institución. 
Aunque es bueno saber que los valores de convivencia no coexisten por igual en mucha gente, pues no se imponen, sino que nacen de la propia persona. Por ejemplo, el sentido de responsabilidad, honestidad y consideración deben surgir espontáneamente.
La agresión en el mundo de la persona adulta, desafortunadamente se produce con frecuencia en el ámbito laboral y profesional, porque en este ámbito se expresan esos sentimientos negativos y no muy bien reconocidos del ser humano, como son los celos, la competencia desleal, la ambición…, que generan la falsa creencia de que a través de ellos se puede lograr la superación personal. Es decir, se piensa que a través de actitudes egoístas pueden alcanzar el éxito profesional.
La agresividad como emoción espontánea en todos los seres humanos necesita ser educada. Si se maneja con moderación, esta puede expresarse de modo productivo, ya que puede ser útil cuando superamos dificultades o protegernos del peligro. Sin embargo, en este relato podemos observar cómo la agresividad puede producir la intención, por parte de quien la sufre, de ocasionar daño. Las personas que mantienen actitudes agresivas no sólo se dañan a sí mismas, sino también a todos los que la rodean. De hecho hacen difíciles las relaciones interpersonales.
Una posible estrategia, puede ser que la maestra transforme la vivencia, como una oportunidad para crecer -tanto ella como su colega-, en lugar de aumentar la frustración ya existente. 
Ello evitaría formar una cadena o ciclos de conductas agresivas. Es importante, en este caso, que la maestra reconozca que las buenas relaciones entre colegas están en procurar hablar en privado con aquellos que tienen actitudes disruptivas y así resolver los malos entendidos. 
Un ejemplo sería decir: “Directora, me gustaría saber qué pasa con nuestra relación; me siento incómoda y es bueno saber lo que sucede”. Esta disposición positiva, ayuda a mantener una comunicación clara y de respeto entre las docentes o miembros del entorno laboral. El sólo acto de saber escuchar y tratar de ver el punto de vista de su colega abre enormes posibilidades de entender lo que está pasando. Así contribuye a que la directora cambie de actitud y mejore las relaciones con todos los miembros de la comunidad escolar. 
Una herramienta importante, para que otros nos acepten, es mostrar un interés personal que nos acerque más mutuamente. Propiciar empatía es la actitud que nos capacita para entender el pensamiento del otro, porque juega un importante papel en los sentimientos. Esta es la manera más adecuada de educar y crear conciencia para que la persona y ,especialmente el estudiante, asimile ideas, lecciones, emociones y sensatez al saber distinguir los patrones constructivos a lo largo de su vida. Sólo así la paz y la convivencia serán posibles en la comunidad escolar.
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