miércoles, 3 de septiembre de 2014

“Es un asunto muy duro y triste atreverse a contar algún hecho trágico dentro de la familia. Sin embargo, hasta ahora creo, que hay que botar todo ese dolor que llevamos profundamente para dar oportunidades a experiencias más saludables. El caso es que mi hermana mayor después de tres intentos de suicidio, logró su cometido hace cinco años, lo cual ha sido una tragedia en nuestras vidas. Mi madre me cuenta que desde pequeña, fue una persona callada, “tranquila” y se conformaba con poco. Realmente, nunca más se habló sobre el tema. Esto nos ha mantenido en ascua e incertidumbre durante todo este tiempo. Pues,  no sabemos que fue lo que realmente sucedió con ella. Mi madre aparentemente lo ha soportado, pero me sigue preocupando las muchas noches que no concilia el sueño, sus angustias y depresión que han hecho mella a su bienestar. Se ha llevado a los mejores psiquiatras, casas de reposo; pero nada, vive medicada, lo cual le causa incomunicación y pasividad la mayor parte de su tiempo. Su actitud de entrega, nos causa mucha tristeza, especialmente a mis hijos que todavía son pequeños, y que no llegan a explicarse por qué la abuela, casi nunca se ríe y está como ausente. El hecho, es que se les ha mantenido oculta la realidad del infortunio debido a lo trágico de su naturaleza. Aunque también sé que no es bueno mentirles sobre lo sucedido. Me gustaría saber ¿Si aún puedo lograr algún bienestar para los miembros de nuestra familia? Y manejar actitudes positivas frente a esta realidad.”


 Ciertamente, la muerte de un ser querido bajo estas circunstancias es un hecho terrible y triste. Ojala que al menos sirva para reflexionar y reconocer que a menudo  no sabemos qué está ocurriendo en la vida de cada uno de nuestros seres amados y que por lo tanto, siempre debemos apoyar, ser generosos, amables, menos duros y comprensivos como esto sea posible.

El suicidio puede ser un tema muy penoso, aún cuando no entendemos su naturaleza, debido a lo confuso de su carácter para los niños, por lo que se sugiera que se proteja especialmente a los niños (as) pequeños de un asunto doloroso como éste en la familia. Es recomendable, que se le diga a los pequeños, que la tía murió a causa de un accidente repentino y explicar hasta ahí. Sin embargo, cuando los niños tienen una edad entre los ocho o nueve años, quizás su curiosidad los lleve a preguntar acerca de la muerte de esa persona cercana que no volvieron a ver más. Si este es el caso, es bueno explicarles lo que significa un suicidio (acción de quitarse voluntariamente la vida). Por ejemplo, señalarles que la tía se quitó la vida porque ya no era feliz y equivocadamente pensó que todos estarían mejor sin ella. Hacer énfasis en que el suicidio es algo que se ve poco, porque lo cometen personas que tienen dolencias mentales y por tanto, sufren por ello.


Ahora bien, aunque la cotidianidad nos golpee profundamente nuestra existencia, en la búsqueda del bienestar familiar, pesan más las actitudes y las medidas que uno pueda tomar, que las circunstancias externas, que si bien tienen influencia, no tienen por qué
.4ser determinantes. Martín Seligman, creador de la teoría del bienestar, que está relacionada con el procurar tener en la cotidianidad la mayor cantidad posible de emociones positivas. Señala, que una buena dosis de amor, esperanza, inspiración diversión, alegría, gratitud, serenidad, curiosidad, orgullo y asombro, es bueno vivirlo y estar conscientemente de todo ello. Por tanto, buscar formas de experimentar algunas de estas emociones frecuentemente, minimiza la dureza de nuestras experiencias, porque no hay duda de que ellas influyen directamente en el bienestar, pero no sólo en el que se experimenta en el momento de vivirlas, sino a largo plazo. En este sentido, es bueno imitar aquellas personas que de manera natural acceden a practicar los placeres de la vida y tratan de vivir el presente, sintiéndose agradecidos por lo que tienen y lo bueno que la vida les concede. Además, de tener una visión optimista sobre su futuro. Así, que es importante, que cultivemos emociones positivas, aunque esto es una decisión y una forma de vida. Estudios muestran que quienes tienen una vida plena, dedican mucho tiempo a su familia y amigos, así como a fortalecer esas relaciones y divertirse con ellas.


Practiquemos, entonces con nuestros familiares, diversas acciones prosociales, tales como: expresiones verbales que reduzcan la tristeza en personas abatidas y que aumenten su ánimo. Igualmente, expresiones verbales que confirmen su valor y que aumente su autoestima (interceder mediante palabras consoladoras y de simpatía, alabanzas y elogios), que contribuyan al clima psicológico de bienestar, reciprocidad y unidad hacia todas los miembros que conforman nuestra familia. Estas acciones son positivas, porque son nuevos modos de responder con afectividad, lo cual hace posible que nos empoderemos de actitudes comprensivas y valiosas, que ocultamos y que muchas veces impedimos que afloren. Cuando tratamos de comprender un comportamiento mental diferente, necesitamos probarlo una y otra vez, para que luego se convierta en parte de nosotros mismos, esto es posible, pero a través de mucho amor, perseverancia y paciencia constante, para que se instale adecuadamente hasta que nuestra mente “empatice” con el nuevo patrón establecido. Esto ofrece la posibilidad, de estar atentos a nuevos puntos de vista y a la relación honesta con los integrantes de nuestra familia.  


Al parecer uno de los pilares de la teoría de Seligman, es que otras personas son el mejor antídoto contra los momentos difíciles de la vida y la forma más viable para animarse. No obstante, todos sabemos, que las relaciones, por más importantes que sean, no son tarea fácil. De allí, que necesitamos entonces alimentar las relaciones conscientes. Ello significa, que cada persona asuma su responsabilidad y acepte sus consecuencias; aunque siempre estaremos pendientes de ofrecerles nuestro apoyo incondicional. Lo importante de todo esto, es que entendamos que si deseamos nuestro bienestar, necesitamos enfocar nuestros objetivos y ambiciones con los que sentirnos comprometidos nos ayudará. Se trata de metas que nos permiten sentirnos complacidos durante el recorrido mientras hace que nos movamos hacia el logro, que también es una fuente de satisfacción. Esto implica que cada quien tiene la responsabilidad de encontrar su bienestar, pues nadie duda de que nuestra vida, sólo puede ser mejor si tiene un verdadero sentido. Cada uno de nosotros es un reflejo de nuestro mundo interior. De ahí, que nuestro cuerpo será una maquinaria perfecta de la que estaremos orgullosos. 

martes, 12 de agosto de 2014

“Tengo tres hijos varones (16, 14 y 4) rumbo a la adolescencia, pero nunca pensé que esta época de sus vidas iba a ser tan complicada. El caso es que los dos hijos mas grandes de un buen tiempo a esta parte, no nos entendemos; es como si se complacieran en llevarme la contraria. Dicen que yo no los entiendo, que soy sumamente “terca” cuando hay que seguir ciertas reglas en casa. Señalan que conmigo es difícil llegar algún acuerdo, con lo que me he quedado impresionada, pues de pequeños las cosas eran más viables. Quisiera saber ¿Qué está pasando con la conducta de mis hijos? A veces me pregunto ¿Seré yo, el fruto de la discordia? Y en ese caso ¿Qué puedo hacer?”
 
Las discusiones y contrariedades entre padres y adolescentes giran casi siempre entorno a una queja de uno de los progenitores en relación con la conducta del hijo o hija.
Como padres debemos tener presente que la adolescencia implica un nuevo sentido de independencia, aunado a un poco de rebeldía a un niño que antes era obediente. Es una etapa de transito comprendido entre la infancia y la adultez, donde les falta crecimiento, canalización emocional, personalidad, etc. De ahí que el proceso de adquisición de nuevas actitudes y conductas le exija o le provoque situaciones que debe aprender a manejar.
La posibilidad de conocer el motivo de tales cambios, su forma de presentación y cómo van sucediéndose, garantiza la protección de la estima, sobretodo cuando se incluyen acciones aceptables e inaceptables socialmente; las cuales un niño, niña o adolescente debería de seguir cuando interactúa con adultos y compañeros en el hogar, en la escuela y en otros grupos, puesto que manejar lo básico es una manera fácil para crear los componentes fundamentales de conductas positivas.
Por ejemplo, como padres necesitamos saber, que las reglas para niños pequeños en edad preescolar, incluyen: no tocar algo caliente (como la cocina) o tomar de la mano a un adulto cuando va por la calle, pero los fundamentales básicos siguen siendo, no golpear, compartir juguetes con amigos, esperar en fila y aguardar su turno.
Cuando los niños llegan a edad escolar, ya entienden las reglas de comportamiento, tales como: esperar su turno al hablar, quedarse callado durante ciertas circunstancias (durante las clases, cine); pedir en lugar de ordenar y mantener las emociones bajo control cuando está en público. Mientras que los niños entre tres y cuatro años entienden el concepto de que hay consecuencias por no seguir las reglas, los niños de primaria pueden entender mejor que no seguir las reglas implica algún tipo de castigo. Por eso, es importante dejar claro las reglas y las consecuencias. Por ejemplo, si le indicamos a un niño de quinto grado que su primera regla es que debe hacer su tarea al llegar a casa, agrega, que si no lo hace, no podrá ver televisión.
En cuanto a las reglas para los adolescentes, es bueno que se ajuste a un niño específico, así como a las necesidades del núcleo familiar. Un adolescente que frecuentemente se comporta bien podría necesitar reglas básicas, tales como: hacer sus tareas después de la escuela, completar alguna solicitud de sus padres o no responder de mala manera. Asimismo, un adolescente provocador, podría necesitar de reglas más estrictas, así como: volver a casa inmediatamente de la escuela o, si tiene una llamada de atención bien negativa, puede obtener un castigo sin permiso para salir.
Todos nuestros adolescentes necesitan conocer reglas básicas en salud y seguridad (no consumir bebidas alcohólicas, no usar drogas ilegales) junto con reglas para las citas sentimentales.

Una actitud común en los padres es de “no aceptar el noviazgo”, o de actuar como si nada estuviera sucediendo, y esto conlleva a situaciones conflictivas dentro del hogar, de allí la importancia de discutir estos temas; del entender que nuestros hijos pueden desarrollar uniones afectivas de importancia vital para ellos, porque sólo la claridad de conceptos y la amplia discusión familiar, permite el establecimiento de un proceso afectivo sano, evitando la confrontación innecesaria y el conflicto abusivo.
Seguidamente algunas recomendaciones antidiscusión con nuestros adolescentes:

-Comencemos siempre exaltando algo positivo que haya hecho, con ello su receptividad a lo que le digamos después será mayor y probablemente  también su cooperación.
-Eliminemos términos provocativos y generalizaciones: “Nunca me escuchas”, “Siempre haces lo mismo” y no interpretemos las causas de su comportamiento (“Me mientes porque crees que yo no te entiendo”). Seamos específicos y claros con el tema de conversación, limitémonos a describir lo que hemos observado.
-Planteemos sólo un problema en cada conversación.
-Seamos breves en la exposición del tema y no hagamos demasiadas referencias a las situaciones del pasado.
-Expresemos de forma clara cuales son nuestros sentimientos.
-Dediquemos igual o más tiempo a buscar las soluciones que ha plantear el problema.
-Reconozcamos nuestro papel en el problema y aceptemos la responsabilidad que tengamos.
-No enviemos mensajes contradictorios cuando nos empeñemos que nuestros adolescentes hagan lo contrario: “Haz lo que digo, no lo que hago”. Seamos un ejemplo que facilite las cosas.
-Escuchemos a nuestros hijos con atención. Ello nos ayudará a saber cómo son.
-Mantengamos la calma por ellos y por nosotros.
-Asegurémonos de que las reglas y normas sean claras.
-Seamos firmes en las decisiones con nuestros adolescentes.
-Asegurémonos de que cumplimos las sanciones o el castigo impuesto. Si no lo hacemos así las reglas dejan de tener valor, porque los hijos pensarán que no siempre es importante que las cumplan.

jueves, 3 de julio de 2014


“Últimamente, mi hijo me saca de las casillas, por cualquier cosa refunfuña y esta como con rabia, cuando le digo, que debería arreglar su cuarto; cuando su hermana le cuestiona algo, cuando le pregunto cómo va con sus materias en el liceo, o cualquier otra cosa, suelta su molestia. Esto sucede, de un tiempo a esta parte, es como si estuviera en contra de todos. Pero la actitud más desagradable, es que siempre está como a la defensiva.
Cuando le pregunto, por qué actúa de esa forma, no dice nada. Hay que sacarle las palabras de su boca. Pero, por supuesto, esta actitud, no la acepto; aunque mi esposo dice: “que yo soy muy dura con él; a lo que le contesto, que es porque él, es un blandengue”. Por eso, tenemos constantes discusiones. Desearía que esto no fuera así, pero no sé como cambiarlo”.
El período de la adolescencia es difícil de afrontar para cualquier persona, es la etapa más compleja de nuestra vida. En ella, se ponen en la balanza nuestros valores morales, sociales y espirituales que por mucho tiempo nos ha impuesto nuestra familia, sin explicación: “haz esto”, “haz aquello”, “Deberías de”; “Tu nunca…”; “Tu siempre” o “Me parece bien, pero...” Estas palabras crean una resistencia automática sobre nosotros, porque cancelamos de raíz cualquier intento de cambio. Esto nos desanima, ya que atacamos a la persona, no la actitud y conducta. Necesitamos entender que estas palabras destruyen lo bueno que hay en uno; es decir, son negativas para quienes las escuchamos, porque al usarlas algunas de ellas contradicen lo que estamos afirmando, y es entonces, cuando muchos de nosotros quisiéramos alzar nuestro vuelo para dejar de escucharlas. Tal vez, lo hacemos como signos o gestos de rebeldía, y sin comprender lo que nos sucede. Los cambios, son a veces difíciles de aceptar en esta etapa, porque imprimen una sensación de incertidumbre, sobre lo que nos sucede a medida que nos convertimos en adultos jóvenes.

En esta etapa, no nos damos cuenta que estamos comenzando a crecer. Es decir, hemos dejado de ser niños(as) para convertirnos en adolescentes. No entendemos, lo que nos está ocurriendo. Nuestro mundo interno y externo sufre grandes transformaciones. Nuestra forma de pensar es otra. Nuestros intereses, ya no son los mismos; nuestra rebeldía, inseguridad, estados de ánimo y hasta nuestro comportamiento es distinto.
Precisamos de tiempo, comprensión afectiva y una adecuada comunicación, para entender, que estas características son propias de ese proceso de desarrollo en las que estamos sumergidos. Necesitamos ser conscientes de que nuestras hormonas asumen el control y que nuestras emociones deben ser bien manejadas; por lo cual, tenemos que aprender hacer frente a los nuevos cambios. Lo que significa, que estamos en la búsqueda constante de nuestra propia identidad. Por tanto, tenemos la necesidad de que nuestras opiniones, decisiones, privacidad e independencia, sean también aceptadas y respetadas como la de nuestros padres. Pero, sin embargo, también tenemos que aprender adaptarnos para poder  convivir con todos estos cambios de la mejor manera posible.
El caso anterior, nos revela, que los padres deben ser conscientes de los signos que deben buscar en un adolescente enojado y descontento, a fin de comprender las causas de sus reacciones emocionales. Ello, puede ayudarlos como padres a aliviar esos síntomas; además de entender que deben asimilar que sus hijos pueden desarrollar uniones afectivas de importancia vital para ellos, al entender que la estima del adolescente debe ser protegida por la prevención y por la posibilidad de poder expresar lo que se está sintiendo y como se está interpretando. De ahí, algunas recomendaciones para fortalecer el vínculo familiar con nuestros hijos:

  • Tratemos de averiguar lo que causa el enojo, rabia, molestia o frustración en nuestro hijo(a).

  • Observemos con atención, si el estado de ánimo de nuestro hijo(a), no parece razonable, dada la situación.

  • Es obligatorio, estar disponibles, escuchar y ofrecer apoyo, estos son componentes enormes para ayudar a que nuestros adolescentes se sientan atendidos.

  • Construyamos canales de comunicación. Esto, significa, callar para escuchar. No sólo dar órdenes de lo que se debe hacer o no hacer.

  •  Demos confianza y afecto sincero a nuestro hijo(a), y para ello, necesitamos empatizar y sintonizar con sus sentimientos.

  • Evadamos las discusiones con nuestros hijos(as) a toda costa. La única forma de canalizar mejores encuentros por sus asuntos y sentimientos, es respondiendo amablemente. En vez de “Deberías de”: cambiar por: “No sería mejor que”. Asimismo, en vez de: “Tu siempre o tu nunca”, cambiar por: “Me parece que ahora no hiciste…”. En vez de la palabra Pero…sustitúyela por la siguiente expresión: “Estoy de acuerdo contigo, sin embargo…” o “Quizás podrías…”. De este modo, el dialogo quedará abierto con todos los miembros de nuestra familia y los demás.

jueves, 19 de junio de 2014


“¡No soporto más esta pesadilla, todo tiene su límite!”

 El caso es que decidí dejar a mi pareja con quien compartía mi vida desde hace mucho tiempo. Ella, se cree la “La perfecta ama de casa”. La que gana mejor que yo, la que todo lo hace bien, la que cuida a nuestros hijos de manera responsable, la que nunca se equivoca; la que trabaja y lleva el sustento a la casa. En fin, la que puede avanzar, y yo no.
Pienso que la ruptura es lo mejor para todos. Suficiente… “¡Ya está bien que me hiera con sus críticas!”. Entiendo, que tiene muchas cualidades, sin embargo, yo también, respondo como pareja y padre en todo lo que he podido. Pero ella tiene la facilidad de criticarme en todo lo que hago, nunca está conforme con lo poco o mucho que le doy. Sé, que gana más que yo, que es una profesional eficiente y que es buena mamá, pero esto no justifica hacerme sentir mal y hacer  mi vida “cuadritos”. Me gustaría saber, si esta decisión fue un error”.

Todas las parejas pasamos por períodos de crisis y vivimos algunos de estos sentimientos. Pero, si estas situaciones son recurrentes cuando estamos con nuestra pareja, algo está sucediendo y es bueno revisar para actuar correctamente.
Una relación de pareja, conforma un sistema donde se reúnen dos personas que se aman incondicionalmente; con particulares, hábitos, sentimientos, pensamientos, deseos y necesidades diferentes, para poder convivir como persona, ejercer el rol de  pareja y el de padres.
Es necesario entonces, aprender a crecer juntos, intentando negociar al ceder ciertos aspectos con la debida decencia, sensatez y respeto mutuo.
Existen situaciones, en donde se nos hace difícil ponernos de acuerdo, y por ello, surgen los conflictos. El caso que nos ocupa, necesita ser analizado, pues responde a muchas variables.

Es importante, señalar que debemos tener sumo cuidado con los problemas de poder. Aquellos conflictos basados en la necesidad o deseo de ganarle a nuestra pareja e imponer nuestra voluntad, como cuando nuestra pareja con frecuencia, discute y pelea constantemente, sin que quiera ceder ante el otro, estableciéndose, una relación de víctima y victimario, en donde la primera siempre se somete, pero por temor y por una baja autoestima y el segundo se impone a través del abuso psicológico (criticas frecuentes, palabras descalificadoras, silencio, actitudes, gestos y comportamientos) que afectan negativamente el bienestar psicológico, emocional, moral y espiritual del otro (a). Su objetivo, es controlar y atemorizar, descalificar,  manipular, insultar y desautorizar, etc. Esta conducta al igual que el abusador físico, causa mucho daño.
En estos casos, es importante que sepamos que estamos viviendo una situación de abuso emocional y debemos frenarlo cuanto antes, porque cada vez va a ser difícil. Pues, el abuso, tiende a incrementarse, cuando no se hace nada al respecto; ya que el abusivo disfruta de su actitud y resultados de la misma, pero no acepta que su conducta es agresiva o violenta. Se justifica siempre y está convencido que la otra persona se lo merece. Por lo que la persona abusada se siente, culpable de la situación, insegura, desconfiada, incapaz y lesionada profundamente en su autoestima. Esto lo conduce  a ser incapaz de enfrentar la situación y apartarse lo más lejos posible de su pareja. Por tanto, es recomendable que:

  1.    Busquemos ayuda de profesionales para su orientación y pronto bienestar personal.
  2.      Intentemos asumir las responsabilidades reales o las que verdaderamente nos conciernen.
  3.      Entendamos que nadie merece ser abusado o maltratado de ninguna forma.
  4.     Aprendamos a ver la experiencia como una oportunidad para crecer como persona, entendiendo que las emociones son nuestras y nadie tiene derecho a cuestionarlas, aunque otras personas no puedan estar de acuerdo con el manejo que le damos.
  5.     Canalicemos nuestras emociones de manera positiva, transformándolas a nuestro favor (hablando y comunicando nuestro sentipensar) reconociendo y aceptando nuestro problema.
  6.    No esperemos que el abusador, hombre o mujer cambie, a menos que entre a una terapia y vea que realmente pone esfuerzo y voluntad para superar su comportamiento. En este caso, se pone un límite para esa espera, sabiendo que puede ser un proceso largo y lento pero necesario para ambos.
  7.    Ejercitemos nuestro propio cambio y reconozcamos nuestras fortalezas y debilidades. Seamos generosos(as) y aplaudamos nuestros logros por mínimos que estos sean; ya que todos podemos hacer el esfuerzo por mejorar y darnos el tiempo que necesitamos. Tenemos derecho a enmendar nuestros errores y hacer todo lo posible para ser feliz en pareja.


Siguiendo estas recomendaciones, en tiempo prudencial, se notará en la pareja cambios beneficiosos.

viernes, 30 de mayo de 2014

“Últimamente me siento acorralado y hasta decepcionado de mi mismo; pero lo peor es que mis hijos no me entienden, no hayo como explicarles que estamos pasando por momentos económicos muy difíciles en la familia, y he tenido que negarles cosas que no les he podido cumplir como antes.¨

El caso es que tanto esforzarme en mi trabajo, y ahora me salen con que prescinden  de mis servicios después de tantos años, y no sé cómo decirles a mis hijos que me despidieron del trabajo, y que por lo tanto nuestros proyectos cambiaron por completo; que  por ejemplo, el viaje prometido de vacaciones no va; que el taller de pintura de mi hija no podrá ser; y así,  otras mejoras para el bien de la familia, habrá que postergarlas. Esto, me parece injusto. Tanto así, que no termino de asimilar la situación.


Nuestros hijos estaban tan emocionados que hasta prometieron respondernos con las mejores calificaciones del curso. Lo cierto, es que todo el esfuerzo que hicieron, no hayo como retribuírselos. Acostumbramos a  nuestros hijos desde pequeños a poner todo  su esfuerzo y voluntad en los estudios para ganar indulgencias; bueno, es decir, hacer todas las cosas buenas que son capaces de hacer. La situación aún no la hemos comentado con ellos, la verdad es muy frustrante, y no sabemos si decírselo o no. Nunca habíamos pasado  por esto.”

Perder el trabajo, es algo doloroso, que implica un duelo y afecta directamente a la autoestima, como profesionista. No obstante, nadie está libre de esos tropiezos; así que lo importante es como buscar la parte positiva de esta experiencia. 

Hay personas que se frustran inmediatamente y se les es difícil salir fortalecidas, porque son muy exigentes consigo mismos y quizás no lo ven como una oportunidad para reflexionar, valorarse o crecer como persona; para unir más a la familia y en fin, para hacer una autoevaluación de su vida laboral, que le permita sobreponerse lo más pronto a las dificultades.

Asimismo, son momentos en que como padres no podemos responder satisfactoriamente las promesas que le hicimos a nuestros hijos, porque nos encontramos con una realidad difícil de manejar; quisiéramos tener entonces una varita mágica para hacerles realidad sus sueños; y evitar situaciones que los afecten negativamente o que causen algún sufrimiento; pero en la mayoría de los casos el ser francos puede transformarse en la mejor estrategia o recurso natural de bienestar para todos en la familia.
Como progenitores tenemos un fuerte instinto de cuidar celosamente a nuestros “retoños”, de cosas desagradables que pudieran herirlos y pensamos entonces, que no es bueno enfrentarlos con la verdad y por tanto debemos guardarla celosamente. 

Ahora bien, poniéndonos en el lugar del anterior relato, preguntémonos: ¿Deberíamos  mantener a nuestros hijos aislados de la realidad que nos acontece o deberíamos compartirla para crecer juntos?

Muchas veces como padres nos encontramos en ciertas encrucijadas cuando queremos determinar que debemos revelar y cuando queremos hacerlo.
Aunque en nuestro núcleo familiar todos tenemos derechos a mantener un mínimo de privacidad, algunas cosas que guardamos con reserva, pueden llegar hacer un gran error o crear una barrera mental dentro de la familia.

Nuestros hijos, necesitan saber cuando estamos atravesando por momentos difíciles - ocultarlo no sería saludable - Puesto que apreciarían, que algo malo está ocurriendo, y pueden pensar que quizás ellos tienen mucho de culpa; ya que todo el contexto se transforma.

Alrededor de los cinco años y más, los niños son capaces de entender la situación, si somos sinceros y si lo explicamos muy reducidamente con palabras sencillas. Decirles, por ejemplo, que la familia está pasando por problemas económicos; que papá por el momento quedó sin trabajo, pero que esto, lo van a superar juntos. Por tanto, que necesita de la ayuda y cooperación de todos en la familia,  reduciendo los gastos innecesarios, ya  que para el momento no contamos con tanto dinero como solíamos tenerlo.

Por ello, es recomendable para mantenerlos con tranquilidad,  asegurarles, que siempre tendrán un hogar donde vivir; que sus alimentos, su educación y sus juguetes para divertirse siempre lo tendrán; aunque  posiblemente habrá que hacer ajustes y dejar de hacer algunas cosas extras en cuanto a gastos de recreación, tales como: ir de viaje de vacaciones, inscribirse en el taller de pintura y algunas otras cosas que habrá que esperar.


Finalmente, explicarles también, que todas las personas quieran o no, pasan por situaciones inevitables, pero que hay que aprender a superarlo con el tiempo para seguir dando lo mejor de nosotros mismos, porque de este modo nuestro carácter se fortalece y va adquiriendo fuerza y autenticidad para sacar el mejor provecho posible en lo adelante.

lunes, 12 de mayo de 2014


“Mi hijo de 11 años frecuentemente da lugar a que mi esposo y yo estemos peleando. Esto se ha vuelto costumbre, discutimos por todo, hasta tal punto que ya me preocupa nuestra relación.
Sucede que no sabemos cómo “aquietar” o disciplinar el mal comportamiento de nuestro hijo de 11 años, no hace caso para nada, y siento que mi paciencia está por desbocarse. ¡Claro, esto sucede porque mi marido  es muy permisivo! - Hemos hablado mucho sobre esto, y no modifica su actitud- pero lo peor es que  nuestra niña de tan sólo cinco años quiere imitar a su hermano. El asunto es que no sabemos cómo remediarlo”.
El mayor desafío de la maternidad y paternidad responsable en la sociedad contemporánea apunta a un repensar sobre el modo de conducir a nuestros hijos desde que nacen.
La familia es el principal contexto de aprendizaje para la conducta, para los pensamientos y para los sentimientos individuales. Por tanto, un método educativo incorporado en la crianza (manera como debemos vivir y lo que hace que una acción sea buena o mala) es fundamental.
Una educación construida sobre la base del afecto, de la plática sincera, de marcar límites y del respeto a las normas familiares, puede ser la mejor guía para que sean más consecuentes y considerados en sus acciones, así como apropiarse y responder por sus errores.
Los padres podemos estimular o inhibir actitudes y conductas que favorezcan o no la plena realización de nuestras criaturas como personas. Poner límites y disciplina depende del sentido de vida familiar, de sus valores y normas.
El caso descrito relata la poca capacidad de estos padres de marcar límites y ejercer el principio del binomio autoridad/afecto sobre los hijos. Ello produce una crisis familiar que se manifiesta en una elevada tensión en cada miembro, y una gran dificultad para aplicar las reglas; pactar acuerdos y llegar a entablar un clima de cooperación demarcado que ayude a regular las conductas.
 Fischman, psiquiatra infanto- juvenil, dice que los padres deben ser modelos de los que piden a sus hijos y no ser del tipo de “Haz lo que digo pero no hago”. Sólo la firmeza, flexibilidad y diálogo llevan al respeto y a la autonomía. Si queremos hijos considerados, cooperadores, disciplinados y flexibles, debemos reflejar esos ejemplos.
Los límites (aplicación de estrategias) nos ayudan a que nuestros hijos logren el autocontrol - equilibrio en las palabras, en los pensamientos y en la acción- ya que harán de ellos una persona segura y atractiva para su entorno. Si logramos ese equilibrio, todo en nosotros se desarrollará sin contratiempo y sin mayores dificultades.
Estudios revelan estilos de disciplina para educar a nuestros “querubines”, entre estos están: el autoritativo o moderado y el permisivo o complaciente.
-         Si somos padres autoritativos o moderados, establecemos límites razonables y nos fiamos en las consecuencias lógicas y naturales para que nuestros hijos aprendan de sus propias equivocaciones. Explicamos por qué son importantes las reglas y por qué deben seguirlas, dando oportunidad para que se expresen a pesar de que podamos o no estar de acuerdo; fijamos estándares altos y somos pacientes apoyándolos a ser independientes. Somos firmes y consistentes, pero a la vez expresamos nuestro amor, cariño y elogios. Con este estilo educativo tienden a tener confianza en sí mismos, a ser responsables y colaboradores.
-         Si somos padres permisivos o complacientes, entonces ejercemos un mínimo control. Esto significa que “No, rayamos la cancha”, los niños hacen lo que les venga en gana; fijan sus propias reglas, carecen de límites, son desorganizados y no concluyen sus actividades, porque no demandamos o exigimos altos niveles de comportamiento. Son los niños los que tienen el control de la familia y los padres se doblegan a sus antojos. Este estilo educativo, hace que muestren actitudes inmaduras, inseguras, poco colaboradores y evadan sus responsabilidades.


Por tanto, la intervención temprana como padres puede ayudar a prevenir que un problema de conducta evolucione hacia trastornos más graves.
Por lo tanto, debido a que la crianza de nuestros niños y niñas suele ser complicada durante el crecimiento, son recomendables las siguientes estrategias para controlarlos y responsabilizarlos desde la más tierna edad:
-         Los padres deben estar conscientes de que el niño pequeño, necesita ayuda amorosa para entender qué es seguro, qué puede hacer y qué no.
-         Conocer que entre 5 y 12 años el niño es capaz de entender el por qué de las reglas, puede asimilar ideas, emociones; y ser acompañados por un sentido de autocontrol, pero esto se logra con amor, firmeza, paciencia y constancia.
-         Establecer reglas sencillas, claras y justas, ayudándolos a usar palabras, en vez de acciones, para manifestar como se siente antes de que actúe.
-         Aprender que en algunos casos, el sólo hecho de ignorar el comportamiento lo hará desaparecer. Algunos niños se portan mal para llamar la atención, los padres sin darse cuenta pueden alentar la conducta que está tratando de extinguir.
-         Aprender que el refuerzo positivo es lo mejor para fomentar conductas deseadas. Por ejemplo, una alabanza verbal puede ser efectiva para apoyar la conducta, o leer un cuento puede motivar al niño.
-         Saber que los enunciados afirmativos enseñan al niño qué es apropiado. No es suficiente con decirle qué no hacer, enseñe una alternativa mejor.
Recuerde que los límites deben ser producto de la aceptación, participación y negociación, ya que cuando son sólo órdenes se provoca la rebeldía y el mal vínculo.

jueves, 24 de abril de 2014


“Me siento sumamente intranquila, mi hijo de apenas 15 años me acaba de confesar que consumió marihuana. Estoy asustada, puede convertirse en adicto."
El caso es que fui al liceo donde estudia mi hijo el noveno grado y sus profesores me hicieron saber que estaba aplazado en todas las materias. Que tenía mes y medio que no asistía a clase sin justificación; comprenderá que decepción al escuchar esto, repetidas veces le alerté sobre el comportamiento ocioso de su grupo de amigos que no merecían nuestra confianza. Son muchachos que no ocupan para bien sus ratos de ocio, los vecinos saben que consumen drogas. Esta situación no sé cómo manejarla, mis consejos no sirvieron para prevenirlo. Ahora me dice: tranquila mamá, que por curiosidad consumí marihuana, pero te aseguro que no valió la pena. Sin embargo, he perdido la confianza en él.
¡No entiendo que sucede con mi hijo! Si desde pequeño, practica natación, es sociable y cariñoso; le ha gustado siempre agradar y congraciarse con todos los que lo conocen. Y, ahora este fracaso escolar.
Muchos padres nos podemos sentir defraudados al saber que nuestros hijos e hijas han hecho uso de las drogas. Es una realidad que ninguno de nosotros puede evitar, no somos magos, tampoco tenemos una varita mágica para impedir que ocurra.
Pero, lo que sí debemos reconocer, nosotros los padres, es que tenemos una influencia muy grande sobre nuestros hijos(as) para orientarlos de la mejor manera posible, aunque no lo creamos.
La historia anterior, nos señala que sin duda la imposición del grupo de amigos, es la fuerza singular más conveniente en el mundo de un adolescente; y, la habilidad de resistirla es lo más valiente y más poderoso que estos pueden hacer.
Nos corresponde entonces a nosotros, hablarles sobre el tema, si no conversamos con ellos(as), alguien más lo hará. Informarles por ejemplo, que no deben utilizar la marihuana como bastiones para satisfacer su curiosidad o desenvolverse socialmente, conquistar el sexo opuesto o ser aceptados.
Esta plática sincera puede hacerlos más conscientes del daño que conlleva el uso y abuso de estas sustancias. Asimismo, debemos aprender también cómo, dónde o simplemente porque nuestros hijos(as) quieren experimentar con las drogas. Esto pudiera aportarnos suficientes indicios para ofrecer el apoyo emocional que tanto necesitan en esta época de la vida. 
Tal vez descubramos que tienen un gran vacío interno y que necesitan la compañía y apoyo de una familia afectuosa, que invite a crear un clima de confianza en el cual puedan sentirse libres para expresar lo que les está molestando. Enseñándoles que en muchas ocasiones, las cosas que deseamos, no podemos obtenerlas inmediatamente, pero que ello no impide perseverar y lograr nuestros más anhelados sueños.
Esta actitud amable, comprensiva y generosa, puede ser el correctivo que los hagan menos vulnerables frente a las presiones del entorno.
Estudios sobre el tema explican la correlación existente entre disfrutar de unos vínculos sociales satisfactorios y tener una imagen positiva de sí mismo, cuando esto no se produce, el adolescente buscará otros grupos donde sentirse aceptado y se vinculará a ellos.
Es posible que el adolescente de esta historia, haya consumido marihuana con el fin de satisfacer simplemente la curiosidad, tal como se lo manifiesta a la madre, pero es bueno advertir que será mejor no hacerlo, porque tarde o temprano traerá secuelas a su organismo, y más cuando se tiene la experiencia a tan temprana edad.
Cada familia puntualiza, las normas y los límites, según sus prioridades y principios en cada una de sus criaturas, y si fija desde la niñez el amor, el cuidado hacia la salud, la honestidad, el respeto y el conocimiento de sí mismo, crecerán seguros y confiados.
Los contactos afectuosos, generan actitudes más benevolentes y son la mayor riqueza humana que podemos sembrar en nuestros hijos (as). 

El comportamiento que asumamos como padres será la mejor guía para nuestros hijos(as).
Anticiparse a la aparición de un problema, conocer cuáles son los factores que lo provocan e intervenir sobre ellos, es educar responsablemente a nuestra familia, porque se trata de favorecer el proceso de maduración, para que el contacto con las drogas de producirse, no lleve al abuso o dependencia de la misma. Por eso, el comportamiento que asuman los padres ante el problema de las drogas será la mejor orientación para los hijos e hijas. De allí, las siguiente recomendaciones:

  • a)      Dejemos que nuestros hijos e hijas resuelvan solos sus problemas desde pequeños, esto ayuda a fortalecer el carácter y genera sentido de responsabilidad y fortalece la autoestima.
  • b)        Definamos límites y evitemos satisfacer todos sus deseos, ellos y ellas necesitan sólo nuestra guía.
  • c)      Acostumbremos desde la infancia a decirles que los amamos y actuemos en consecuencia. Los adolescentes necesitan sentirse  que son especiales.
  • d)      Enterémonos de cómo va en el liceo y quiénes son sus amigos. Compartamos juntos las horas de la comida.
  • e)      Expliquemos las consecuencias del alcohol, del cigarrillo y de las drogas en el cuerpo, es bueno darles la información, por simple que parezca.
  • f)       Enseñemos que tienen derecho a rechazar las circunstancias, personas o hechos que consideren dañinos.
  • g)      Ayudemos a que tengan confianza en nosotros y a tener seguridad de que si algo les sucede o se equivocan, no los abandonaremos ni retiraremos nuestro amor.

miércoles, 9 de abril de 2014

Llevo 8 años de casada y me parece tanto, me siento atosigada…, cansada. Hay días en que no me provoca levantarme e ir a trabajar, adelantar el almuerzo o ayudar a mis hijos con las tareas  del colegio. El caso es que no entiendo la situación que me agobia. Estoy por llamar a mi esposo: “comodito Johnson”, cuando llega de su trabajo le encanta ver todo “ordenado”, a los muchachos “disciplinados”, en fin “un ambiente de dicha y felicidad” Mantiene una actitud egoísta, piensa sólo en él y nadie más; pues no colabora en nada para lograr esa “felicidad”; por el contrario cuando ve las cosas fuera de su sitio me culpa  de descuidada. Creo que su grado de exigencia y poca consideración llegaron a su límite. Algunas veces he intentado hablar con él para que colabore con los quehaceres del hogar; pero no me escucha. Dice, que qué más quiero, que él trabaja demasiado para darnos una vida más “cómoda”, y que lo más lógico es que disfrute de su casa. Las niñas poco se le acercan cuando oye su música o ve televisión. Creo que mi equivocación desde que me casé fue imitar a la mujer “maravilla”. Lo acostumbré a que todo lo haga yo. Él sólo da el dinero, cree que como proveedor de todos los gastos es suficiente, ahora el error lo estoy pagando muy caro, no hallo que hacer para que me entienda que también él, debe ayudar a mantener la armonía que tanto quiere".
 La familia es un tejido social en el cual está inmersa la persona, más no la determina totalmente. Le ofrece información, experiencias y estímulos para desarrollar habilidades particulares a través de valores sociales asimilados. La actuación de la persona puede ser un acto razonado, voluntario y muy particular, porque es ella quien puede darse cuenta de lo que elige y decide, de lo que considera como bueno o malo, lo que es razonable y no, para hacer las cosas con la debida cordura y sensatez.
Una relación de pareja es algo laborioso que atraviesa etapas, sufre altibajos y cambia continuamente. Atender y dedicar tiempo a la pareja es clave para que la relación se nutra. El amor necesita atención, gestos de ternura, de contribución, de participación, de sorpresas; es decir, de sintonizar en un solo dial el compromiso que se debe uno al otro.
Cuando realmente existe amor en una relación de pareja cada uno vela por el bienestar del otro debido a que esto es recíproco, pero si hay egoísmo en la pareja, entonces esta pensará sólo en ella descuidando por completo las necesidades del otro y esto es motivo suficiente para el inicio de desilusiones y conflictos difíciles de superar con lo que puede acabar la relación.

El relato anterior, describe a un hombre que sólo piensa completamente en sí mismo, que le hace a su esposa atender excesivamente su propio interés, sin preocuparse mucho de las demás personas que conforman el núcleo familiar y menos aún no toma en cuenta los derechos y necesidades de su pareja. El egoísmo es la conducta de un modelo equivocado de cómo funciona la realidad, una visión distorsionada de uno mismo(a) y del propio poder que destruye la autoestima y la confianza interior y ello puede conducir a una falta de sensibilidad con respecto a las necesidades del otro. Por ejemplo, en este relato, se evidencia una actitud egoísta cuando la pareja se resiste a escuchar los sentimientos de malestar con la debida atención e irrespeta el punto de vista de su cónyuge. Esto siempre conduce a la frustración y al rencor. Es bueno saber que las contrariedades son una oportunidad para conocerse mejor, aprender lecciones y construir bases más sólidas para la relación.

 Probablemente, la actitud egoísta del cónyuge de este relato, se deba a que aún no se habitúa a compartir las cosas, su tiempo, su espacio y su vida con otra persona o sencillamente no está lo suficientemente enamorado y comprometido como para compartir una parte con su pareja y renunciar a su independencia. Hay personas que se comprometen a tener una relación de par y no cumplen su papel como miembros de ella, sino que se centran en sus propias necesidades, en que ellos sean los únicos que se sienten amados y valorados en la relación sin importar como se siente la otra persona. Centrarse sólo en uno, crea distancia en la pareja debido a que ambos están tan concentrados en sus cosas que olvidarán que están en pareja, esto acumulará decepciones porque no se puede cambiar a una persona si ella no pone de su parte.

De tal forma que es recomendable ser claros, para que nuestra pareja entienda que debido a la actitud egoísta que ha tenido hasta ahora, la relación se está viniendo abajo. Por ejemplo; decir, “Me siento molesta e ignorada debido a tu comportamiento egoísta que no aporta nada positivo en el crecimiento de nuestra relación”, “Me gustaría que me ayudaras con las tareas de los niños o de algún quehacer en el hogar, así tendríamos más tiempo para disfrutarlo juntos” Quizás, una vez precisada y aclarada la situación que nos tiene intimidadas dejaremos a que nuestra pareja descubra que algo anda mal en la relación, y así le daremos entender que no estará sólo en el cambio de su actitud o comportamiento; sino que allí estaremos los dos juntos para lograr que la relación sea sana, entretenida y amorosa.
Sabemos que la comunicación en el hogar es la base fundamental para el bienestar del grupo familiar. Las dificultades o las diferencias que se dan en la pareja necesitan conversarse en un clima de respeto mutuo. Si esa comunicación se da, podemos compartir entonces, sentimientos, pensamientos, gustos y proyectos respetando las diferencias, teniendo como meta el bienestar de todos los miembros de la familia y habrá más posibilidades de vivir en armonía.

domingo, 23 de marzo de 2014

“Soy madre soltera de dos hijas adolescentes, la mayor tiene 16 años de edad y la menor ayer cumplió 14. El caso es que he decidido buscar orientación debido a que desde hace pocos meses mi hija de 16 años está de novia con un muchacho de 19, y aunque  tengo poco tiempo conociéndolo, no me gusta la forma dominante como la trata. Esto lo he venido notando en dos oportunidades y aunque hemos hablado sobre el tema. Ella dice que son sólo ideas mías; pero la gota que rebasó el vaso, fue cuando mi otra hija  me contó “muy calladita”, que   el muchacho estaba obligando a su hermana a tener relaciones sexuales. Comprenderá mi asombro y mi preocupación,  porque sobre esto, no tengo ni la menor idea como hablarle a mi hija.”

Nuestros niños, adolescentes y jóvenes de hoy reciben mucha información equivocada o con intereses más comerciales que formativos sobre la sexualidad humana. Ello puede generar una distorsión del tema y llevarlos a pensar que el sexo es la simple satisfacción de un deseo, de un momento o de una necesidad física, sin compromisos no trascendentales.

Es obligatorio que  hablemos a nuestras hijas e hijos sobre los aspectos emocionales y formativos del sexo, y que desde niños les fomentemos valores como: el amor, el respeto y la honestidad.
La iniciación en el ejercicio de la función sexual, es un tema de singular trascendencia. Los adolescentes con su potencial biológico y las motivaciones existentes en el entorno, pueden predisponer el inicio de esta actividad. Cuando hablemos con nuestros hijos e hijas sobre la sexualidad es muy importante que utilicemos las palabras exactas y evitemos las confusiones.

Lo importante es que ellas y ellos, aprendan a desarrollar un patrón de conducta sexual responsable, el cual tiene su base fundamental en el “para qué” y no en “el por qué”. El por qué, es porque gusta. El para qué, exige un objetivo; es decir, ¿Cuál es la idea de ejercer la función sexual?; para acentuar el sentimiento amoroso, para complacerse, para aprender nuevas experiencias o para reproducirse.

En el caso de esta adolescente debemos manifestarle, que es un hecho verdadero que ella es quien va a ser la más perjudicada en la relación debido a que va a sufrir más cuando su novio se salga de los límites, porque si resulta un embarazo, su cuerpo y su vida cambiará totalmente. Explicarle también, que el novio puede querer tener relaciones sexuales con ella sin que le importe como persona. Pues, la clase de “amor” que le ofrecerá para conseguir la relación sexual, no será un amor verdadero.

Manifestarle que muchas mujeres son víctimas de abuso físico y emocional de novios o parejas: golpes, amenazas o manipulaciones, y esto, son aspectos relacionados a la violencia de género en la que los hombres obligan o presionan a sus parejas a tener relaciones sexuales no consensuadas, lo cual significa que no hay un amor verdadero.
Una vez clarificado el objetivo, la adolescente deberá asumir las consecuencias agradables o no de la elección que tomó; podrá también discutir la situación con sus padres, apropiarse de su responsabilidad, y podrá saber y conocer la profundidad de su decisión.

Importante es entonces, clarificarles a nuestras chicas y chicos, que el placer ocupa un espacio en la vida de los seres humanos que puede ser experimentado; a través del gusto por mirar al otro, el encanto de una caricia, la emoción por encontrarse o el nerviosismo por estar juntos, y que  para descubrir la sexualidad y el afecto no necesita reducir los contactos físicos para llegar al acto sexual en sí, y menos aún si es obligada o presionada por su novio.


domingo, 9 de marzo de 2014

"Soy ama de casa, siempre me gustó trabajar con niños, pero por esas cosas de la vida que uno a veces no se explica; no he podido terminar la licenciatura en educación faltándome tan poco. 

Sin embargo, con frecuencia, voy a charlas y cursos que me interesan, especialmente cuando tratan sobre los niños de talentes naturales o los que llamamos niños genios. El caso es que tengo dos nenas y la mayor de siete años nos tiene un poco inquietos por la actitud poco sociable para su edad. 

Ella por lo general se aisla: gusta jugar sola,  agarrar hojas y escribir, se molesta que le toquen sus cosas especialmente cuando su hermanita le agarra sus creyones y cuaderno de “escribir cuentos” .
Dice, que su hermana rompe lo que escribe y que cuando sea grande será escritora. Comprenderá lo orgullosos que nos sentimos mi esposo y yo por sus expectativas en tan corta edad; por ello, hemos investigado algo sobre el asunto, y según lo que leí no hay nada por qué temer; pues es una situación que bajo una buena orientación se pueden encausar de la mejor manera posible. No obstante, nos gustaría saber cómo ayudarlas a ambas." 

Cada niña y niño tiene una actitud que le pertenece y cuando es ayudado por sus padres a desarrollarla, llevan a los hijos a obtener logros, a vivir satisfacciones y a cultivar un entretenimiento que probablemente le permitirá disfrutar un aspecto agradable de su mundo personal, y, quizás conseguir ingresos económicos con ello. Desarrollar las aptitudes de nuestras hijas e hijos es una cuestión de valoración y una obligación responsable, porque al desarrollarlos le ofrece a cada uno la posibilidad de conocerse a sí mismo y de aprender sobre disciplina y autorrealización.

Si usted se encuentra en uno de estos casos, es recomendable que analicen bien a sus hijos para saber si, además de talento, siente gusto por la lectura. Esto es esencial para que las actividades extracurriculares no representen una carga. 

Es importante que los padres se informen con la maestra sobre su inquietud; es decir pregúntenle cómo ve al niño o niña y si considera que tiene el talento especial para escribir, ya que a través de ella puede obtener la cooperación. Si es posible pregúntenle además si necesita que le lleve material adicional para que juegue a los escritores, cuentos libros o, si es necesario alguna persona especializada en el área, a fin de estimular al niño o niña y a la vez dejarlos con sus compañeros para que aprendan a compartir con otros y tengan un desarrollo emocional acorde a su edad. 

En muchas ocasiones, los niños que tienen habilidades especiales y se les toma en cuenta, se adaptan fácilmente con sus compañeros pues logran explicarles con sus propias palabras lo que les gusta, sintiéndose importantes al encausar su potencial.

lunes, 24 de febrero de 2014

"¿Será que nuestro hijo sufre de anorexia?"

“Soy padre de tres hijos varones (18, 16 y 13 años respectivamente), mi esposa y yo creíamos que estábamos criando a nuestros muchachos con ciertos valores respecto a su alimentación. Por ejemplo, le explicábamos lo negativo de consumir comidas chatarras, bebidas gaseosas o comer dulces con mucho chocolate y cremas. Ésto, porque en la familia de mi esposa hubo antecedentes de obesidad y anorexia. Pensábamos que teníamos controlado este tipo de cosas, pero al contrario nos encontramos sorprendidos.

El caso es que nuestro hijo mayor de 18 años, ahora nos ha causado problemas en cuanto a su alimentación. Desde que comenzó a estudiar en la universidad se entrega tanto a ella que dice no tener tiempo para comer. Aunque lo vemos comer un poco y más que todo frutas. Esto nos tiene preocupados porque ha bajado algo de peso. Le hemos ofrecido llevarlo al médico y se resiste a ir; nos responde que irá más adelante cuando salga de trabajos atrasados. Además dice que lo dejen en paz, que ya no es un niño. 

También vemos que se ejercita toda la semana. Lo cierto es que no encontramos ya que decirle para que entienda las dificultades que puede encontrar gracias a la deficiencia de nutrientes que hay en su dieta diaria. Nos gustaría saber si nuestro hijo va por el camino de la anorexia y, si no, qué podemos hacer para prevenirlo de estas enfermedades y que vuelva a la cordura.

Los trastornos de conducta alimentaria son enfermedades mentales, las más conocidas son: 

La bulimia: se caracteriza por atracones habituales y vomitar la comida (o autoinducido) y uso de laxantes. Las personas pueden tener peso normal o sobrepeso. 
La anorexia: la persona anoréxica no come, tiene miedo extremo de aumentar de peso, suelen ser muy delgadas y con un peso inferior al normal. 
La obesidad: es una adicción a comer en exceso, sin hambre y sin parar. 

Todas estas enfermedades interfieren en el funcionamiento normal del cuerpo y de las actividades cotidianas. De allí que estas enfermedades requieran ser tratadas por personas de varias especialidades: psicólogos, psiquiatras, nutricionistas, endocrinos y orientadores de familia. 

Pueden tener origen en factores hereditarios, presión social, problemas familiares o hechos violentos.

Posiblemente, el caso que nos ocupa no necesariamente enmarca algunas de estas enfermedades, aunque la actitud indiferente del adolescente puede influir mucho en el desarrollo de futuros trastornos alimenticios, debido a la predisposición por antecedentes familiares.

El abordaje de los desórdenes alimenticios se centra en ayudar a niñas, niños y adolescentes a afrontar sus problemas con la conducta alimentaria y a establecer nuevos patrones de pensamiento sobre la comida y la forma de relacionarse con ella.

 La propia imagen corporal nuestra puede influir sobre la de nuestros hijos. Por tanto, es bueno centrarse en lo que es saludable en vez de en el peso y asegurarnos de que ellos saben que los amamos por quienes son y no por su aspecto.

Es recomendable que los padres no iniciemos discusiones sobre el tema, tampoco un juicio, sino que nos mostremos cariñosos y digamos en privado a nuestros hijos que nos sentimos preocupados por su salud. Hablemos claramente sin rodeos hasta convencerlos de ir al médico, lo cual resulta conveniente para que los muchachos den su consentimiento y se hagan responsables de la situación. Conociendo el problema es comenzar su solución.

Es importante también hacer notar que algunos programas de televisión y actividades deportivas influyen en nuestros hijos. Pueden estar tratando de imitar a un modelo ideal, reduciendo drásticamente lo que comen y hacer ejercicios compulsivamente para desarrollar masa muscular; por lo que se hace necesario afirmar su autoestima, fortalecer actitudes sanas en relación a la alimentación y al aspecto físico. Asimismo aclarar problemas que puedan estar instalados en nuestra casa y que los afectan sin darnos cuenta.

miércoles, 12 de febrero de 2014

“Confieso que necesito manifestar este dolor que no me deja vivir desde hace mucho tiempo. Tengo 80 años de edad y me parece casi un siglo. A pesar de que tuve 29 años de unión en concubinato con mi pareja y un hijo después de 19 abortos, hoy me encuentro en la más entera soledad.

Durante la unión con mi pareja, creo que muchos ratos fueron más buenos que malos. Sobre todo, después de tanto perseverar para lograr que naciera mi único hijo. Cuando nació no pude describir cómo me sentía. Sólo sé, que era feliz; pues como mujer me sentía incompleta. Estos repetidos, abortos lesionan tanto nuestro espíritu, que pueden dejar grandes huellas.

Un año después del nacimiento de mi hijo, me separé de mi pareja aconsejada por mi padre. Lo hice con dolor, pero sólo él, veía mi sufrimiento por los abusos de infidelidad a los que estaba sometida. Sin embargo, la separación duró tan sólo unos meses, mi pareja me fue a buscar, me convenció y volvimos a intentarlo.

Siempre creí que la mujer tenía la obligación de mantener la unión todo el tiempo, porque eso nos hace sentir “acompañadas”; aunque haya más momentos “bravos y muy duros”, pero se compensan con “algunos buenos”.

A veces mi pareja me daba dinero y permiso de viajar mucho, me sentía como pez en el agua. En esos momentos me mostraba que me quería, pero al estar cerca de cumplir dieciséis años de unión, rompimos por segunda vez. Mi padre seguía aconsejándome que dejara a ese hombre; yo seguía insistiendo, en que yo era la que funcionaba mal. Él trataba de abrir mi mente, pero nada, yo insistía en creer que mi pareja me amaba. Así me consolaba, buscaba la manera de ver cómo solucionar mi problema. Pero, ciertamente, no encontraba la solución para olvidarme de ese hombre.

Cuando cumplimos 22 años “juntos”, nada había cambiado, su comportamiento seguía siendo el mismo. Sin embargo, yo con mi ceguera no quería creerlo. Así, que me hacía la loca. Sentía mucha rabia y desesperanza a la vez. No me sentía capaz de verlo con otra. Claro, todo eso, eran celos; no sabía cómo frenarlos, lo cazaba en la calle o donde estuviera. Era, como si la sola presencia de ese hombre, lo fuese todo para mí.

Finalmente, cuando estábamos por cumplir 29 años de “unión y agonía”, no pude soportar más la situación y, aunque me costó muchas lagrimas sacar valor para dejarlo, me fui a vivir sola con mi hijo. Pensé que podía dar ese gran paso.

Los primeros días sentí una sensación de soledad indescriptible, creí que no lo lograría. Pasaba la noche en vela, me levantaba irritada, agobiada; no encontraba lugar donde sentirme bien. Esta relación de años también hizo mella en mi hijo, quién copió de su padre el desamor y en mí la testarudez. 

Recuerdo, que cada vez que su papá y yo peleábamos por sus abusos, mi hijo estaba a su favor. Cuando discutíamos me señalaba la culpable de todas sus desdichas. Decía frases dolorosas como: “¡Tú hiciste infeliz a mi papá, de qué te quejas!”, “lo molestabas con tus malditos celos!” y, con la sentencia: “¡Un día de estos, también te dejo sola!”, así un rosario de quejas”.

Pocas veces, mi hijo y yo hablamos, no sabemos llegar a ningún acuerdo. Cada palabra que dice me apena. Eso fue lo que construí. Lo sé porque lo viví.

Hoy después de aquella tormenta, puedo comprender cómo una persona, tiene el poder de transformar su vida en agradable o desagradable. Somos nosotros mismos, los que elegimos como queremos vivir y no es culpa de nadie más. Quiero que este relato sirva a muchas mujeres que como yo, aún continúan siendo esclavas por años, de su desdicha".

Indudablemente, las palabras de esta mujer y madre, llegan a lo más profundo de nuestro ser. Nos permite que reflexionar sobre las actitudes indeseables que obstaculizan nuestra felicidad. Para sentirnos confiados, las personas tenemos la necesidad de ser amados por otros. El amor, nos desarrolla el carácter y la estima, y permite que nos sintamos bien con nosotros mismos y nuestros semejantes. Sirve de escudo para afrontar los eventos de la vida.

Estar al tanto de que la mezcla de ausencia afectiva en la infancia y el mantenimiento del vínculo emocional hacia personas que no nos satisfacen, son la causa de estos comportamientos. Estas personas manifiestan una idealización extrema de personas que creen amar, por tanto soportan toda clase de atropellos porque no se sienten merecedoras del amor de ese ser “ideal”. Aman a otra persona por encima de su amor por sí mismas. Estas personas, necesitan ayuda de profesionales que promuevan actitudes prosociales (expresiones verbales que reduzcan la tristeza y confirmen su valor), que contribuyan al clima psicológico, de bienestar, reciprocidad y unidad.

Es importante, que comprendamos que este tipo de relación perjudica nuestra integridad física, psicológica y lesiona profundamente a cada miembro del núcleo familiar. Vemos, como la acumulación de diversos factores que “alimentaron” durante años la necesidad afectiva de esta mujer, desarrolló en ella una actitud hostil, como respuesta a las constantes infidelidades y ausencia afectiva por parte de su pareja. Esto sucede porque desconocemos nuestro valor (baja estima). Por tanto, el primer paso para sentirnos bien con nosotros mismos, es saber cómo somos. Si no nos conocemos vagamos sin sentido por cualquier camino, sin rumbo conocido.

Aprender a conocernos puede ser el ejercicio más emocionante de nuestra vida, para fortalecernos internamente y lograr nuestra independencia y autonomía. Si queremos lograrlo, bastará con sólo prestar atención a nuestras actitudes, sentimientos y deseos; por medio de ellos, llegaremos a lo hondo de nosotros mismos.

En el relato, se aprecia que ella nunca reconoció su talento de mujer “recia”, ni la forma de salir fortalecida de este tipo de experiencia. Su desacierto frente a los hechos y la ausencia de credibilidad sobre sus fortalezas, desarrolló en ella el agobio de los celos. 

Los celos producen un estado de alerta y desconfianza permanente, por lo que la angustia y depresión son sus compañeros inseparables. Esto, tiene mucho que ver con el apego y el sentido de pertenencia hacia otras personas, porque en tanto haya un vínculo emocional, existirá en estos casos el miedo a la pérdida.

Para amar sin celos tenemos que conocernos, estudiarnos e informarnos sobre lo que nos pasa, ello nos ofrece una visión más clara y acertada acerca de nuestros sentimientos. Tomar conciencia de nuestra actitud "celosa" nos da la oportunidad de buscar apoyo y redimensionar nuestras actitudes equivocadas. De no hacerlo, es posible destruir la salud de todos y arruinar la calidad de vida de toda nuestra familia.

Aprender a conocer que nuestra condición humana, requiere también de intuición, que es el tesoro de la psique de la mujer y que representa “un instrumento de adivinación, o bola de cristal, por medio de la cual la mujer puede ver con una misteriosa visión interior”(Pinkola, 2004). Esta intuición es beneficiosa, porque nos dota de una energía motivadora que nos hace ver con certeza y responsabilidad que podemos dirigir nuestras propias impresiones y nos protege de los contactos no deseados haciéndonos aptos para manejar inteligentemente nuestras vidas, extraer lo mejor de nuestras experiencias y poder cambiar en positivo nuestra propia historia.


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