martes, 12 de agosto de 2014

“Tengo tres hijos varones (16, 14 y 4) rumbo a la adolescencia, pero nunca pensé que esta época de sus vidas iba a ser tan complicada. El caso es que los dos hijos mas grandes de un buen tiempo a esta parte, no nos entendemos; es como si se complacieran en llevarme la contraria. Dicen que yo no los entiendo, que soy sumamente “terca” cuando hay que seguir ciertas reglas en casa. Señalan que conmigo es difícil llegar algún acuerdo, con lo que me he quedado impresionada, pues de pequeños las cosas eran más viables. Quisiera saber ¿Qué está pasando con la conducta de mis hijos? A veces me pregunto ¿Seré yo, el fruto de la discordia? Y en ese caso ¿Qué puedo hacer?”
 
Las discusiones y contrariedades entre padres y adolescentes giran casi siempre entorno a una queja de uno de los progenitores en relación con la conducta del hijo o hija.
Como padres debemos tener presente que la adolescencia implica un nuevo sentido de independencia, aunado a un poco de rebeldía a un niño que antes era obediente. Es una etapa de transito comprendido entre la infancia y la adultez, donde les falta crecimiento, canalización emocional, personalidad, etc. De ahí que el proceso de adquisición de nuevas actitudes y conductas le exija o le provoque situaciones que debe aprender a manejar.
La posibilidad de conocer el motivo de tales cambios, su forma de presentación y cómo van sucediéndose, garantiza la protección de la estima, sobretodo cuando se incluyen acciones aceptables e inaceptables socialmente; las cuales un niño, niña o adolescente debería de seguir cuando interactúa con adultos y compañeros en el hogar, en la escuela y en otros grupos, puesto que manejar lo básico es una manera fácil para crear los componentes fundamentales de conductas positivas.
Por ejemplo, como padres necesitamos saber, que las reglas para niños pequeños en edad preescolar, incluyen: no tocar algo caliente (como la cocina) o tomar de la mano a un adulto cuando va por la calle, pero los fundamentales básicos siguen siendo, no golpear, compartir juguetes con amigos, esperar en fila y aguardar su turno.
Cuando los niños llegan a edad escolar, ya entienden las reglas de comportamiento, tales como: esperar su turno al hablar, quedarse callado durante ciertas circunstancias (durante las clases, cine); pedir en lugar de ordenar y mantener las emociones bajo control cuando está en público. Mientras que los niños entre tres y cuatro años entienden el concepto de que hay consecuencias por no seguir las reglas, los niños de primaria pueden entender mejor que no seguir las reglas implica algún tipo de castigo. Por eso, es importante dejar claro las reglas y las consecuencias. Por ejemplo, si le indicamos a un niño de quinto grado que su primera regla es que debe hacer su tarea al llegar a casa, agrega, que si no lo hace, no podrá ver televisión.
En cuanto a las reglas para los adolescentes, es bueno que se ajuste a un niño específico, así como a las necesidades del núcleo familiar. Un adolescente que frecuentemente se comporta bien podría necesitar reglas básicas, tales como: hacer sus tareas después de la escuela, completar alguna solicitud de sus padres o no responder de mala manera. Asimismo, un adolescente provocador, podría necesitar de reglas más estrictas, así como: volver a casa inmediatamente de la escuela o, si tiene una llamada de atención bien negativa, puede obtener un castigo sin permiso para salir.
Todos nuestros adolescentes necesitan conocer reglas básicas en salud y seguridad (no consumir bebidas alcohólicas, no usar drogas ilegales) junto con reglas para las citas sentimentales.

Una actitud común en los padres es de “no aceptar el noviazgo”, o de actuar como si nada estuviera sucediendo, y esto conlleva a situaciones conflictivas dentro del hogar, de allí la importancia de discutir estos temas; del entender que nuestros hijos pueden desarrollar uniones afectivas de importancia vital para ellos, porque sólo la claridad de conceptos y la amplia discusión familiar, permite el establecimiento de un proceso afectivo sano, evitando la confrontación innecesaria y el conflicto abusivo.
Seguidamente algunas recomendaciones antidiscusión con nuestros adolescentes:

-Comencemos siempre exaltando algo positivo que haya hecho, con ello su receptividad a lo que le digamos después será mayor y probablemente  también su cooperación.
-Eliminemos términos provocativos y generalizaciones: “Nunca me escuchas”, “Siempre haces lo mismo” y no interpretemos las causas de su comportamiento (“Me mientes porque crees que yo no te entiendo”). Seamos específicos y claros con el tema de conversación, limitémonos a describir lo que hemos observado.
-Planteemos sólo un problema en cada conversación.
-Seamos breves en la exposición del tema y no hagamos demasiadas referencias a las situaciones del pasado.
-Expresemos de forma clara cuales son nuestros sentimientos.
-Dediquemos igual o más tiempo a buscar las soluciones que ha plantear el problema.
-Reconozcamos nuestro papel en el problema y aceptemos la responsabilidad que tengamos.
-No enviemos mensajes contradictorios cuando nos empeñemos que nuestros adolescentes hagan lo contrario: “Haz lo que digo, no lo que hago”. Seamos un ejemplo que facilite las cosas.
-Escuchemos a nuestros hijos con atención. Ello nos ayudará a saber cómo son.
-Mantengamos la calma por ellos y por nosotros.
-Asegurémonos de que las reglas y normas sean claras.
-Seamos firmes en las decisiones con nuestros adolescentes.
-Asegurémonos de que cumplimos las sanciones o el castigo impuesto. Si no lo hacemos así las reglas dejan de tener valor, porque los hijos pensarán que no siempre es importante que las cumplan.
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