“Entendemos que nuestra hija ya no es una beba, que crece rápidamente, que dentro de poco será una linda señorita sana e inteligente y que tal vez ella pueda entender más que nosotros lo que está ocurriendo dentro y fuera de ella. Sé que como padres hasta ahora hemos sido unos afortunados y damos gracias a Dios por ello; porque a pesar de sus catorce años de edad es una “niña” responsable en su liceo, casi siempre recibimos felicitaciones de sus profesores por su buen comportamiento y que también es así en nuestra casa, pues colabora con lo que se le asigna. Es por esto que creo que es diferente a muchas niñas de catorce y quince años que andan por allí desenfrenadas haciendo lo que les venga en gana.
El caso es que nuestra "niña" ha comenzado a pedir permisos para ir con sus compañeros de clase a bibliotecas o a divertirse a otros lugares sin la presencia de nosotros. Ahora hemos comenzado a tener ciertas diferencias por dar esos permisos, porque se los hemos negado. Esto es porque sinceramente nos da miedo de que ande por allí con tanta inseguridad y aunque no la hemos dejado ir, hasta ahora se ha quedado “tranquila”. Aun así sentimos que dentro de poco no vamos a poder manejar la situación; pues entre sus compañeros la eligieron para formar un equipo de trabajo y hacer la actividades del liceo. Por todo esto estamos preocupados de que le pase algo malo y no sabemos si dar o no los permisos”.
El mayor desafío de la maternidad y paternidad responsable en nuestra sociedad contemporánea apunta a un repensar sobre el modelo de conducir a nuestras hijas e hijos por la vida. Esto significa, a cómo debemos vivir y lo que hace que una acción sea buena o mala. Formarlos desde la infancia para que aprendan a ser consecuentes y considerados en sus acciones, así como apropiarse y a responder por sus errores, es posible. Sólo que la única manera de hacernos responsables, es marcando una pauta haciendo un alto en nuestras actividades cotidianas y reflexionar sobre la educación en valores y como ésta ha sido impartida hasta ahora.
Todos los padres pasamos por la experiencia de ver a nuestros hijos crecer, de ver que nuestras “niñas y niños” se van transformando en mujeres y hombres sin darnos cuenta que tan solo es un proceso definitivo de cualquier ser humano. En el testimonio de esta madre, se aprecia la desorientación e inquietud frecuente por la que seguramente pasamos muchos de nosotros cuando nuestras hijas e hijos se acercan a este período tan vulnerable como es la adolescencia.
Probablemente, lo que queremos evitar son los dolores y calamidades que muchos tuvimos que enfrentar en esta etapa. De ahí que es importante que como padres nos informemos, por ejemplo, que la adolescencia es un proceso caracterizado por cambios corporales y por la adaptación al medio, y que ello coloca a nuestros hijos en una situación de conflicto, donde la fortaleza se enfrenta a la sociedad. Sufrimos entonces, la espera de que la resultante de esa interacción sea una persona sana, con capacidad de tolerar frustraciones y con aspectos asertivos en su personalidad.
Saber también que ellas y ellos necesitan aprender a canalizar sus emociones y que conducidas con orientación pueden ser muy creadoras pero dejadas al azar, puede convertirse en un proceso devastador que deje secuelas irreversibles. Por eso, es bueno saber evaluar hasta qué punto son responsables y maduros.
Si estamos viviendo esta situación, al principio podemos ceder permisos de día, para cosas puntuales y supervisadas por nosotros, a medida que se vayan cumpliendo las condiciones dadas, podrá empezar a movilizarse sólo en horarios diurnos, de modo progresivo, negociando y logrando acuerdos; incluyendo las consecuencias si no se cumplen.
Lo importante es no descuidarse, porque ellos no poseen suficientes estrategias para tomar todas las decisiones. Estar siempre claros de que el grupo de amigos es muy fuerte y que es el período en que aparecen las conductas de riesgo. Por tal razón es importante, ser claros y consistentes en los permisos sin sentimiento de culpa cuando hay que decir que no; pues es de vital importancia poner estos límites, porque marcará la pauta y el equilibrio necesario, a fin de que tanto ellas, ellos y nosotros tengamos la oportunidad de crecer responsablemente juntos para el mejor bienestar posible de la familia.