“Por el hecho de que el liceo donde estudian mis hijos (12 y 14 años) queda cerca de donde trabajo, aún los acompaño al liceo. Esta situación ha traído diferencias y molestias a la familia ya que en cuanto me retiro, mis hijos me dicen que sus compañeros de clase se burlan y se ríen porque, “y que están muy grandes para que mamá los acompañe” También me dicen, que yo los tengo “sometidos”.
Mi hijo mayor habló con su papá hace poco y pidió que me dijera que lo dejara ir sólo al liceo porque está “suficientemente” grande como para que todavía yo los acompañe. Dijo que si quiero lleve sólo a su hermana. Esta situación me tiene apenada y sorprendida, pues no termino de entender ¿Cómo es posible que actitudes desagradables de otros afecten el bienestar de la familia?
Como madre responsable, pienso que he cuidado a mis hijos lo mejor que he podido. Desde pequeños les llevaba a su colegio, siempre me ha interesado saber dónde se desenvuelven. Aunque también entiendo que están creciendo y que quizás es hora de que “los suelte”, pero sucede que hasta ahora no he procurado que se vayan solos, tal vez por el miedo de que les pase algo malo, pues la zona donde vivimos se mantiene a oscura y hay mucha inseguridad. Comprenderá mi miedo".
Desde el amanecer hasta el oscurecer nos enfrentamos a contratiempos, miedos, rechazos e intolerancias de todo orden, que pueden provocar en nosotros desequilibrios. Tratamos de pensar razonar y analizar lo que tiene sentido en nuestra vida. Eso es bueno, porque nos conduce a meditar, reflexionar, y hasta a buscar ayuda para canalizar nuestras emociones en esos eventos que nos desconciertan.
El miedo es una emoción normal que todos hemos experimentado cuando afrontamos a ciertos estímulos tanto reales como ficticios. Es necesario y adaptativo. La mayoría de nuestros miedos serán pasajeros y no representarán ningún problema, irán desapareciendo en función de la edad y del desarrollo psiconeurológico. Sin embargo resultarán útiles en ocasiones, pues nos ayudan afrontar de forma operativa y adaptativa situaciones amenazantes para sobrevivir.
Por ejemplo; nuestros hijos no deben tener miedo al trasladarse solos a su liceo., pero sí deberán ser prudentes al estar atentos de los atajos que transitan. Por tanto, no solo será normal sino también necesario, que nuestros hijos vivan experiencias concretas, ante situaciones y pensamientos que impliquen cierto riesgo real, evitando así correr potenciales riesgos más adelante que pudieran ser lo suficientemente importante como para alterar de forma significativa su vida o la tranquilidad de todos en la familia.
Saber que nuestra estabilidad emocional depende de nuestra seguridad y confianza hacia nosotros mismos, y que sólo nosotros somos sujetos de nuestro propio bienestar, es imperativo.
Esto nos ofrece tranquilidad y fortalece nuestro estado de ánimo; nos ayuda a manejar ciertas actitudes equivocadas de otros, y a entender nuestro contexto. Es importante que entendamos que cada experiencia es un nueva oportunidad para sensibilizarnos y desarrollar en nuestros hijos, hábitos positivos, optimistas y transparentes.
Estamos conscientes que nuestra vida no es perfecta. Sin embargo, somos personas con grandes potencialidades y capacidades para lograr manejar de la mejor manera posible, nuestras propias emociones y ponerlas a nuestro servicio.
Así, nuestra existencia será más humana, más liviana, más agradable y placentera. Informarnos y buscar herramientas sobre lo que pasa con nuestras emociones, nos hace sentirnos más valiosos y confiados.
Nuestros hijos reducen su miedos a estímulos concretos para ir dando paso a temores relacionados con la autoestima personal (temor al fracaso personal o escolar…) y a las críticas, al rechazo, preocupación o reconocimiento por parte de sus compañeros de clase.
Como progenitores responsables debemos conocer que en esta etapa nuestros hijos comienzan el distanciamiento familiar y la necesidad de experimentar nuevos riesgos como una forma de autoafirmarse dentro del grupo de pares, dejando atrás las etapas infantiles y tomando su propio protagonismo.
Ciertamente, son etapas difíciles de afrontar en la familia, como padres nos sentimos preocupados por lo que pueda suceder a nuestros “querubines”. Sin embargo, estamos dotados por nuestra naturaleza aprender a manejar de manera positiva lo que nos depara la vida.
Todos los padres pasamos por estos momentos de inquietud e incertidumbre, pero es nuestra obligación aprender a manejar conscientemente estas situaciones concretas con paciencia y afrontarlas responsablemente.
Mi hijo mayor habló con su papá hace poco y pidió que me dijera que lo dejara ir sólo al liceo porque está “suficientemente” grande como para que todavía yo los acompañe. Dijo que si quiero lleve sólo a su hermana. Esta situación me tiene apenada y sorprendida, pues no termino de entender ¿Cómo es posible que actitudes desagradables de otros afecten el bienestar de la familia?
Como madre responsable, pienso que he cuidado a mis hijos lo mejor que he podido. Desde pequeños les llevaba a su colegio, siempre me ha interesado saber dónde se desenvuelven. Aunque también entiendo que están creciendo y que quizás es hora de que “los suelte”, pero sucede que hasta ahora no he procurado que se vayan solos, tal vez por el miedo de que les pase algo malo, pues la zona donde vivimos se mantiene a oscura y hay mucha inseguridad. Comprenderá mi miedo".
Desde el amanecer hasta el oscurecer nos enfrentamos a contratiempos, miedos, rechazos e intolerancias de todo orden, que pueden provocar en nosotros desequilibrios. Tratamos de pensar razonar y analizar lo que tiene sentido en nuestra vida. Eso es bueno, porque nos conduce a meditar, reflexionar, y hasta a buscar ayuda para canalizar nuestras emociones en esos eventos que nos desconciertan.
El miedo es una emoción normal que todos hemos experimentado cuando afrontamos a ciertos estímulos tanto reales como ficticios. Es necesario y adaptativo. La mayoría de nuestros miedos serán pasajeros y no representarán ningún problema, irán desapareciendo en función de la edad y del desarrollo psiconeurológico. Sin embargo resultarán útiles en ocasiones, pues nos ayudan afrontar de forma operativa y adaptativa situaciones amenazantes para sobrevivir.
Por ejemplo; nuestros hijos no deben tener miedo al trasladarse solos a su liceo., pero sí deberán ser prudentes al estar atentos de los atajos que transitan. Por tanto, no solo será normal sino también necesario, que nuestros hijos vivan experiencias concretas, ante situaciones y pensamientos que impliquen cierto riesgo real, evitando así correr potenciales riesgos más adelante que pudieran ser lo suficientemente importante como para alterar de forma significativa su vida o la tranquilidad de todos en la familia.
Saber que nuestra estabilidad emocional depende de nuestra seguridad y confianza hacia nosotros mismos, y que sólo nosotros somos sujetos de nuestro propio bienestar, es imperativo.
Esto nos ofrece tranquilidad y fortalece nuestro estado de ánimo; nos ayuda a manejar ciertas actitudes equivocadas de otros, y a entender nuestro contexto. Es importante que entendamos que cada experiencia es un nueva oportunidad para sensibilizarnos y desarrollar en nuestros hijos, hábitos positivos, optimistas y transparentes.
Estamos conscientes que nuestra vida no es perfecta. Sin embargo, somos personas con grandes potencialidades y capacidades para lograr manejar de la mejor manera posible, nuestras propias emociones y ponerlas a nuestro servicio.
Así, nuestra existencia será más humana, más liviana, más agradable y placentera. Informarnos y buscar herramientas sobre lo que pasa con nuestras emociones, nos hace sentirnos más valiosos y confiados.
Nuestros hijos reducen su miedos a estímulos concretos para ir dando paso a temores relacionados con la autoestima personal (temor al fracaso personal o escolar…) y a las críticas, al rechazo, preocupación o reconocimiento por parte de sus compañeros de clase.
Como progenitores responsables debemos conocer que en esta etapa nuestros hijos comienzan el distanciamiento familiar y la necesidad de experimentar nuevos riesgos como una forma de autoafirmarse dentro del grupo de pares, dejando atrás las etapas infantiles y tomando su propio protagonismo.
Ciertamente, son etapas difíciles de afrontar en la familia, como padres nos sentimos preocupados por lo que pueda suceder a nuestros “querubines”. Sin embargo, estamos dotados por nuestra naturaleza aprender a manejar de manera positiva lo que nos depara la vida.
Todos los padres pasamos por estos momentos de inquietud e incertidumbre, pero es nuestra obligación aprender a manejar conscientemente estas situaciones concretas con paciencia y afrontarlas responsablemente.