jueves, 24 de abril de 2014


“Me siento sumamente intranquila, mi hijo de apenas 15 años me acaba de confesar que consumió marihuana. Estoy asustada, puede convertirse en adicto."
El caso es que fui al liceo donde estudia mi hijo el noveno grado y sus profesores me hicieron saber que estaba aplazado en todas las materias. Que tenía mes y medio que no asistía a clase sin justificación; comprenderá que decepción al escuchar esto, repetidas veces le alerté sobre el comportamiento ocioso de su grupo de amigos que no merecían nuestra confianza. Son muchachos que no ocupan para bien sus ratos de ocio, los vecinos saben que consumen drogas. Esta situación no sé cómo manejarla, mis consejos no sirvieron para prevenirlo. Ahora me dice: tranquila mamá, que por curiosidad consumí marihuana, pero te aseguro que no valió la pena. Sin embargo, he perdido la confianza en él.
¡No entiendo que sucede con mi hijo! Si desde pequeño, practica natación, es sociable y cariñoso; le ha gustado siempre agradar y congraciarse con todos los que lo conocen. Y, ahora este fracaso escolar.
Muchos padres nos podemos sentir defraudados al saber que nuestros hijos e hijas han hecho uso de las drogas. Es una realidad que ninguno de nosotros puede evitar, no somos magos, tampoco tenemos una varita mágica para impedir que ocurra.
Pero, lo que sí debemos reconocer, nosotros los padres, es que tenemos una influencia muy grande sobre nuestros hijos(as) para orientarlos de la mejor manera posible, aunque no lo creamos.
La historia anterior, nos señala que sin duda la imposición del grupo de amigos, es la fuerza singular más conveniente en el mundo de un adolescente; y, la habilidad de resistirla es lo más valiente y más poderoso que estos pueden hacer.
Nos corresponde entonces a nosotros, hablarles sobre el tema, si no conversamos con ellos(as), alguien más lo hará. Informarles por ejemplo, que no deben utilizar la marihuana como bastiones para satisfacer su curiosidad o desenvolverse socialmente, conquistar el sexo opuesto o ser aceptados.
Esta plática sincera puede hacerlos más conscientes del daño que conlleva el uso y abuso de estas sustancias. Asimismo, debemos aprender también cómo, dónde o simplemente porque nuestros hijos(as) quieren experimentar con las drogas. Esto pudiera aportarnos suficientes indicios para ofrecer el apoyo emocional que tanto necesitan en esta época de la vida. 
Tal vez descubramos que tienen un gran vacío interno y que necesitan la compañía y apoyo de una familia afectuosa, que invite a crear un clima de confianza en el cual puedan sentirse libres para expresar lo que les está molestando. Enseñándoles que en muchas ocasiones, las cosas que deseamos, no podemos obtenerlas inmediatamente, pero que ello no impide perseverar y lograr nuestros más anhelados sueños.
Esta actitud amable, comprensiva y generosa, puede ser el correctivo que los hagan menos vulnerables frente a las presiones del entorno.
Estudios sobre el tema explican la correlación existente entre disfrutar de unos vínculos sociales satisfactorios y tener una imagen positiva de sí mismo, cuando esto no se produce, el adolescente buscará otros grupos donde sentirse aceptado y se vinculará a ellos.
Es posible que el adolescente de esta historia, haya consumido marihuana con el fin de satisfacer simplemente la curiosidad, tal como se lo manifiesta a la madre, pero es bueno advertir que será mejor no hacerlo, porque tarde o temprano traerá secuelas a su organismo, y más cuando se tiene la experiencia a tan temprana edad.
Cada familia puntualiza, las normas y los límites, según sus prioridades y principios en cada una de sus criaturas, y si fija desde la niñez el amor, el cuidado hacia la salud, la honestidad, el respeto y el conocimiento de sí mismo, crecerán seguros y confiados.
Los contactos afectuosos, generan actitudes más benevolentes y son la mayor riqueza humana que podemos sembrar en nuestros hijos (as). 

El comportamiento que asumamos como padres será la mejor guía para nuestros hijos(as).
Anticiparse a la aparición de un problema, conocer cuáles son los factores que lo provocan e intervenir sobre ellos, es educar responsablemente a nuestra familia, porque se trata de favorecer el proceso de maduración, para que el contacto con las drogas de producirse, no lleve al abuso o dependencia de la misma. Por eso, el comportamiento que asuman los padres ante el problema de las drogas será la mejor orientación para los hijos e hijas. De allí, las siguiente recomendaciones:

  • a)      Dejemos que nuestros hijos e hijas resuelvan solos sus problemas desde pequeños, esto ayuda a fortalecer el carácter y genera sentido de responsabilidad y fortalece la autoestima.
  • b)        Definamos límites y evitemos satisfacer todos sus deseos, ellos y ellas necesitan sólo nuestra guía.
  • c)      Acostumbremos desde la infancia a decirles que los amamos y actuemos en consecuencia. Los adolescentes necesitan sentirse  que son especiales.
  • d)      Enterémonos de cómo va en el liceo y quiénes son sus amigos. Compartamos juntos las horas de la comida.
  • e)      Expliquemos las consecuencias del alcohol, del cigarrillo y de las drogas en el cuerpo, es bueno darles la información, por simple que parezca.
  • f)       Enseñemos que tienen derecho a rechazar las circunstancias, personas o hechos que consideren dañinos.
  • g)      Ayudemos a que tengan confianza en nosotros y a tener seguridad de que si algo les sucede o se equivocan, no los abandonaremos ni retiraremos nuestro amor.

miércoles, 9 de abril de 2014

Llevo 8 años de casada y me parece tanto, me siento atosigada…, cansada. Hay días en que no me provoca levantarme e ir a trabajar, adelantar el almuerzo o ayudar a mis hijos con las tareas  del colegio. El caso es que no entiendo la situación que me agobia. Estoy por llamar a mi esposo: “comodito Johnson”, cuando llega de su trabajo le encanta ver todo “ordenado”, a los muchachos “disciplinados”, en fin “un ambiente de dicha y felicidad” Mantiene una actitud egoísta, piensa sólo en él y nadie más; pues no colabora en nada para lograr esa “felicidad”; por el contrario cuando ve las cosas fuera de su sitio me culpa  de descuidada. Creo que su grado de exigencia y poca consideración llegaron a su límite. Algunas veces he intentado hablar con él para que colabore con los quehaceres del hogar; pero no me escucha. Dice, que qué más quiero, que él trabaja demasiado para darnos una vida más “cómoda”, y que lo más lógico es que disfrute de su casa. Las niñas poco se le acercan cuando oye su música o ve televisión. Creo que mi equivocación desde que me casé fue imitar a la mujer “maravilla”. Lo acostumbré a que todo lo haga yo. Él sólo da el dinero, cree que como proveedor de todos los gastos es suficiente, ahora el error lo estoy pagando muy caro, no hallo que hacer para que me entienda que también él, debe ayudar a mantener la armonía que tanto quiere".
 La familia es un tejido social en el cual está inmersa la persona, más no la determina totalmente. Le ofrece información, experiencias y estímulos para desarrollar habilidades particulares a través de valores sociales asimilados. La actuación de la persona puede ser un acto razonado, voluntario y muy particular, porque es ella quien puede darse cuenta de lo que elige y decide, de lo que considera como bueno o malo, lo que es razonable y no, para hacer las cosas con la debida cordura y sensatez.
Una relación de pareja es algo laborioso que atraviesa etapas, sufre altibajos y cambia continuamente. Atender y dedicar tiempo a la pareja es clave para que la relación se nutra. El amor necesita atención, gestos de ternura, de contribución, de participación, de sorpresas; es decir, de sintonizar en un solo dial el compromiso que se debe uno al otro.
Cuando realmente existe amor en una relación de pareja cada uno vela por el bienestar del otro debido a que esto es recíproco, pero si hay egoísmo en la pareja, entonces esta pensará sólo en ella descuidando por completo las necesidades del otro y esto es motivo suficiente para el inicio de desilusiones y conflictos difíciles de superar con lo que puede acabar la relación.

El relato anterior, describe a un hombre que sólo piensa completamente en sí mismo, que le hace a su esposa atender excesivamente su propio interés, sin preocuparse mucho de las demás personas que conforman el núcleo familiar y menos aún no toma en cuenta los derechos y necesidades de su pareja. El egoísmo es la conducta de un modelo equivocado de cómo funciona la realidad, una visión distorsionada de uno mismo(a) y del propio poder que destruye la autoestima y la confianza interior y ello puede conducir a una falta de sensibilidad con respecto a las necesidades del otro. Por ejemplo, en este relato, se evidencia una actitud egoísta cuando la pareja se resiste a escuchar los sentimientos de malestar con la debida atención e irrespeta el punto de vista de su cónyuge. Esto siempre conduce a la frustración y al rencor. Es bueno saber que las contrariedades son una oportunidad para conocerse mejor, aprender lecciones y construir bases más sólidas para la relación.

 Probablemente, la actitud egoísta del cónyuge de este relato, se deba a que aún no se habitúa a compartir las cosas, su tiempo, su espacio y su vida con otra persona o sencillamente no está lo suficientemente enamorado y comprometido como para compartir una parte con su pareja y renunciar a su independencia. Hay personas que se comprometen a tener una relación de par y no cumplen su papel como miembros de ella, sino que se centran en sus propias necesidades, en que ellos sean los únicos que se sienten amados y valorados en la relación sin importar como se siente la otra persona. Centrarse sólo en uno, crea distancia en la pareja debido a que ambos están tan concentrados en sus cosas que olvidarán que están en pareja, esto acumulará decepciones porque no se puede cambiar a una persona si ella no pone de su parte.

De tal forma que es recomendable ser claros, para que nuestra pareja entienda que debido a la actitud egoísta que ha tenido hasta ahora, la relación se está viniendo abajo. Por ejemplo; decir, “Me siento molesta e ignorada debido a tu comportamiento egoísta que no aporta nada positivo en el crecimiento de nuestra relación”, “Me gustaría que me ayudaras con las tareas de los niños o de algún quehacer en el hogar, así tendríamos más tiempo para disfrutarlo juntos” Quizás, una vez precisada y aclarada la situación que nos tiene intimidadas dejaremos a que nuestra pareja descubra que algo anda mal en la relación, y así le daremos entender que no estará sólo en el cambio de su actitud o comportamiento; sino que allí estaremos los dos juntos para lograr que la relación sea sana, entretenida y amorosa.
Sabemos que la comunicación en el hogar es la base fundamental para el bienestar del grupo familiar. Las dificultades o las diferencias que se dan en la pareja necesitan conversarse en un clima de respeto mutuo. Si esa comunicación se da, podemos compartir entonces, sentimientos, pensamientos, gustos y proyectos respetando las diferencias, teniendo como meta el bienestar de todos los miembros de la familia y habrá más posibilidades de vivir en armonía.

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