lunes, 16 de diciembre de 2013



“Estoy muy alarmada, hace días limpiando el cuarto de mi hijo mayor de 18 años de edad (tengo tres más: 13, 15 y una nena de 7), conseguí en su closet tres latas de cerveza dentro de una bolsa de papel; comprenderá tal sorpresa, no dije nada en el momento porque no supe qué decir, inmediatamente llame a mi esposo a su trabajo para contarle lo sucedido y para mi mayor sorpresa, su respuesta fue: ¿Y para eso me llamas…? “Tú sabes que los muchachos ahora se reúnen y toman algunos tragos; además no veo nada malo en eso. Tú siempre de exagerada” Comprenderá como fue mi reacción...

 Una vez en casa hablamos del asunto, le dije que como era posible que un padre responsable permitiera que uno de sus hijos fomente ese mal hábito y el peligro de que esa actitud condescendiente ante la situación pudiera traer muchos problemas para todo nuestro hijo, de lo que me respondió que unas “cervecitas, no dañan a nadie". No tengo apoyo de mi esposo ¿Qué hago?”

La actitud y comportamiento de los progenitores ante el consumo de bebidas alcohólicas tiene una gran influencia en nuestros hijos e hijas, de modo que es importante comenzar hablar de este tema desde la infancia. Los padres somos modelos para nuestros muchachos. Ellos y ellas imitan actitudes, gestos, palabras y muchas decisiones que evalúan y admiran de nosotros. Es más, nuestros hábitos son los que adoptarán hasta el final de sus días.

En el caso que nos ocupa es comprensible que la madre esté inquieta por la actitud permisiva de su esposo al no dar importancia al asunto. El padre está obligado a entender que si permite que su hijo de 18 años tome a solas o cada vez que este acompañado de su grupo de amigos, entenderá que esto formará parte de su estilo de vida y asumirá que el consumo de bebidas alcohólicas es natural y no pensará que es una decisión personal. A esta edad los adolescentes no se dan cuenta del problema real ni le interesan lo que piensen sus padres, están influenciados por su grupo de amigos que asocian la bebida a la diversión y sienten la presión para hacer lo mismo y ser aceptados; ya que ellos buscan reafirmarse a sí mismos.               

Por tal motivo, la comunicación en esta edad es más difícil, debido a la búsqueda de autonomía e independencia para formar su propia identidad. Así que como progenitores responsables de la vida de nuestros hijos, deberemos tomar la decisión consciente de fijar límites con cada uno de ellos, basándonos en la edad, en los valores y principios de crianza.

Es recomendable que los padres se liberen de miedos y preocupaciones y hablen francamente donde se escuchen las opiniones de cada uno de los integrantes de la familia. Hablarles, por ejemplo, de lo que significa el consumo moderado de alcohol y la diferencia entre este y el consumo nocivo, que incluye el tomarlo los menores de edad, manteniendo un tono afectivo con el hijo/hija y sus hermanos. Recordemos que el contacto emocional y espiritual con nuestros adolescentes y jóvenes, más el apoyo incondicional evita que el grupo de pares presione para el uso y abuso del consumo de alcohol. De modo, que todo dependerá del manejo equilibrado entre la conexión emocional y el tipo de independencia que queremos para nuestros hijos.

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