viernes, 6 de diciembre de 2013



“Me fui de casa de mis padres hace 17 años con mi actual pareja porque quedé embarazada, en principio todo fue “rosa”. A los nueve meses nació nuestro primer hijo, inmediatamente me embaracé del segundo y cuatro años después nació el último de nuestros hijos. Comprenderá, que no quedó más opción que “cerrar la fábrica”. De allí que me puse a pensar, que aunque los niños estaban pequeños, era tiempo para sacar mi bachillerato. De sólo pensarlo me sentí “renovada”. Sin embargo, cuando se lo dije a mi pareja me respondió riéndose con sarcasmo: “estás loca, ¿Tú crees, que eso es para ti?" Enseguida sentí como que si me hubiesen desgarrado el alma. Tanto así que le grité y lancé un zapato, lamentablemente no se lo atiné. Dos días después decidí reanudar mis estudios, aunque sabía a lo que me enfrentaba. Cada vez que asistía al instituto me veía obligada a escuchar sus gritos, groserías e insultos. Así fue pasando el tiempo y hoy en día poco se mete conmigo, pareciera que reflexionara. Sin embargo, estoy por creer que ya no lo soporto. Imagínese, ayer llegué de clase y al entrar a casa, él me amenazó con un palo de escoba, y que para que dejara de estudiar. Menos mal que los niños estaban durmiendo, porque me dijo que me iba a matar. Pero no sé cómo me le enfrenté, porque le dije: “bueno chico, aquí estoy, yo iré al cementerio y tú irás a la cárcel”. Ahora dime, “¿con quién van a quedar los niños sin madre y sin padre?”. Entonces, el hombre soltó el palo y llorando me dijo: “Negra, no sé qué me pasa”, y se quedó sentado con lagrimas en los ojos. Aproveché el momento y le dije: “Hasta aquí llegamos. Estás acostumbrado a faltarme el respeto como quieres. Nunca se te ha ocurrido ir a ver donde estudio y menos aún saber el ambiente que me gusta. Por eso ya es hora que terminemos esta situación, me siento agotada siempre lo mismo". Así, que desde ese momento, ese hombre está más tranquilo.”

 Hoy en día la mujer comienza a informarse, a sentir y a pensar mucho más en sus emociones,por esto es muy interesante la descripción de este relato. Nos indica que la mujer de hoy está dispuesta a crecer como persona, a crear condiciones para mejorar y a tomar las riendas de su propia vida; desarrollando la conciencia, favoreciendo la autoestima y valorando la madurez de su ingenio.

 Es imperativo que aquellas mujeres que se encuentren en situación de violencia doméstica- tal como la de este relato-, estén conscientes de que ha habido ausencia de parámetros que frenen la violencia doméstica en su hogar. Saber por ejemplo, que actitudes y comportamientos recurrentes como: el irrespeto, los gritos, las groserías, descalificaciones, los celos, la envidia, el engaño, la privación, la manipulación entre otros; son modos significativos de actuar que deterioran y afectan profundamente el equilibrio psíquico, emocional, moral y espiritual de la persona. Desencadenan sentimientos de incapacidad para dar lo mejor de sí misma, lo cual da como resultado: la aflicción, el desconsuelo, la angustia y desesperanza, esto puede dañar drásticamente la salud de cada miembro en la familia. Por lo general,aunque no en todos los casos, la mujer que vive esta situación tiene unos patrones normalizados de crianza relacionados con características de abuso de autoridad y carencia afectiva; además de actitudes rígidas, agresivas, frías e indiferentes, apáticas o sumisas por parte de sus propios padres. Probablemente, estas mujeres violentadas nunca han escuchado una palabra de aliento. Lo único que seguramente han escuchado son gritos y maltratos.

Pareciera que contar con estatutos legales que ayudan a proteger la violencia doméstica no ha sido suficiente para contrarrestar el flagelo. Importantes estudios realizados previamente con mujeres caraqueñas (Jiménez, 2007), asesorías y orientaciones familiares, confirman que existente una estrecha relación entre las actitudes y las manifestaciones de violencia.

Con base a esto, estoy convencida, que en el fondo hay un aspecto muy personal que promueve a la violencia doméstica y esto tiene mucho que ver con las actitudes que cada miembro de familia adopta en la situación de conflicto. Por tanto, es responsabilidad de cada uno de nosotros saber diferenciar una actitud negativa de una positiva para actuar en consecuencia; además de considerar el apoyo de un cuerpo de legislaciones que condenen dicho flagelo.

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